Alejandro Llano es uno de los pensadores más sugerentes del panorama intelectual español. En 1988 publicó La nueva sensibilidad, un ensayo en el que aludía a la disyuntiva entre modernidad y postmodernidad y auscultaba el pulso de una vía intermedia frente a las tendencias fáusticas del proyecto moderno y el relativismo ideológico de lo “post”. Ahora, tras la crisis económica y en el actual contexto de crítica social, actualiza las reflexiones contenidas en aquel libro –y las presenta en un estilo más directo– para reivindicar la dimensión cultural, humana, que las modas ideológicas orillan, y proponer un “nuevo modo de pensar”, una nueva sensibilidad, de corte humanista y profundamente esperanzadora.
Ese nuevo modo de pensar es el que el propio Llano ha ido desarrollando a lo largo de toda su prolífica trayectoria intelectual. Su filosofía combina la especulación con la mirada atenta a los fenómenos y problemas que le ha tocado vivir. En sus obras se decanta una aguda y sosegada comprensión, centrada en la persona y en el mundo que los seres humanos comparten. De ahí el subtítulo que acompaña a esta amplia profundización sobre la nueva sensibilidad –“En la era de la desconexión”–, pues la deriva técnico-consumista, más acentuada hoy, encapsula a los individuos en sí mismos, los enajena, quiebra los lazos sociales y comunitarios y empobrece su horizonte vital.
Frente al individualismo, Llano propone retornar a lo inmediato y lo cualitativo, a lo cultural y humano, y llama la atención sobre ciertos aspectos olvidados por la racionalidad técnica y calculadora: el valor de la familia y del voluntariado, el bien común, la solidaridad, el pluralismo y el cuidado. En términos filosóficos, su realismo “sin empirismo” acierta a descubrir la riqueza de lo real, su sentido, anegado por el progreso y por el relativismo.
Dos partes del libro merecen especial atención. En primer lugar, la radiografía del contexto empresarial y su análisis sobre las condiciones en las que se desarrolla el trabajo. De otro lado, el capítulo dedicado a los “movimientos divergentes”, en los que este pensador halla indicios del cambio de actitud por el que aboga. Diferenciando las interpretaciones ideológicas de las que no lo son, habla de la ecología como actitud –y no de ecologismo–, de un feminismo humanista, de la diferencia entre el pacifista y el pacífico y aboga, finalmente, por el redescubrimiento del patriotismo ante al radicalismo nacionalista.
He aquí un ensayo especialmente útil en este tiempo de transición en que nos encontramos. Llano, por decirlo brevemente, cree que no es necesario enfrentar modernidad y posmodernidad, tecnología y cultura. Su estrategia es “liberar las energías vitales” propias del ser humano. Como filósofo busca tender puentes, ensayando una perspectiva complementaria que rescate el valor de lo humano, de lo propiamente personal, para evitar su pérdida en la era tecnológica.