El nuevo ensayo del profesor de filosofía de la Universidad de Barcelona, Josep Maria Esquirol, continúa en la línea intelectual y de conceptos que aparecía en La resistencia íntima, cuya temática era la existencia ordinaria del ser humano y el esbozo de una filosofía de la intimidad, y por el que recibió el Premio Nacional de Ensayo.
El filósofo se sitúa en ese escenario que denomina “la intemperie, el desierto o las afueras del paraíso”. Totalmente atento a la realidad tangible, advierte del peligro de moverse en planos abstractos –causa de muchos males– y siempre se refiere a alguien concreto que requiere amparo, cuidado y cercanía, ya que –según afirma– el ser humano está concebido para la generosidad. De fondo late la preocupación y el anhelo humano de felicidad.
Esquirol analiza sosegadamente una serie de dimensiones indispensables del ser humano, como el sentir, el pensar y el amar, cuya potencialidad ve necesario desarrollar mucho más. En todo momento, evita una dicotomía fragmentaria del hombre y, sin separar la razón del sentimiento, acuña un término que él denomina “sentir inteligente” o “la capacidad de discernir, de leer el mundo”.
Con claridad expositiva y un cuidado estilo que persigue la expresión bella del pensamiento, el filósofo catalán apunta en sus reflexiones la necesidad de recobrar los ideales de la Revolución Francesa, de poner en valor la fraternidad y lo que él llama horizontalidad. Pero también reivindica, en este sentido, el espíritu de San Francisco de Asís. Alude a las enseñanzas bíblicas acerca del paraíso terrenal y del pecado original, comparándolas a veces con otras religiones, en ocasiones con cierta ambigüedad.
Un ensayo lúcido en su conjunto que ofrece ideas sugerentes para la construcción de un humanismo horizontal, en el que es posible encontrar referencias y ecos de diversos pensadores, como Heidegger, Nietzsche, Arendt, Adorno o Rosa Luxemburgo, entre otros.