Alfaguara. Madrid (2005). 440 págs. 20,50 €. Traducción: Encarna Castejón.
Cuarta novela del polémico escritor francés Michel Houellebecq, uno de los autores más leídos no por su calidad literaria sino por los ingredientes extraliterarios que suele añadir a unas novelas irónicas, cínicas y muy críticas con los valores culturales y antropológicos que dominan la sociedad occidental. Houllebecq se ríe, con un sentido del humor ácido y feroz, de las grietas del pensamiento social de la izquierda occidental. La igualdad de oportunidades es un mero cliché propagandístico, la búsqueda de la felicidad se reduce a escenas sexuales animalizadas y cosificadas, y la justicia social es un valor meramente consumista. Desde esta perspectiva, y quizás sea el mérito más destacado de sus obras, Houllebecq ha retratado con acierto las miserias y fracasos del hombre contemporáneo. A esto hay que sumar un desmedido afán provocador y la habilidad para forzar polémicas mediáticas que han contribuido a crear su imagen de escritor iconoclasta.
En 1994 publicó «Ampliación del campo de batalla»; más tarde, en 1998, su éxito más importante, «Las partículas elementales», la novela que le dio más lectores y enemigos; «Plataforma» apareció en el 2001 y por algunas declaraciones vertidas en la novela y en declaraciones públicas -en las que es todo un especialista- fue denunciado por sus ataques al Islam. «La posibilidad de una isla» mantiene los dardos corrosivos contra diferentes aspectos de la cultura actual, especialmente la francesa. Sin embargo, la fórmula, que es la misma que en las anteriores novelas, parece ya agotada. A una novela hay que pedirle algo más que intermitentes alfilerazos, por muy agudos que sean. Y es en la construcción de la trama, en su estructura y en el estilo donde «La posibilidad de una isla» presenta deficiencias importantes que rebajan el prestigio de Houellebecq como escritor.
La novela cuenta el progresivo desengaño existencial de un exitoso actor cómico francés, Daniel. Desencantado de la vida que lleva, se dedica a buscar la felicidad en las experiencias sexuales. En estos episodios critica la ausencia de sentimientos humanos y la desesperada animalización, pero lo hace de una manera tan explícita que incurre en lo mismo que critica. Hastiado de todo, Daniel entra en contacto con la secta de los Elohimitas, que piensan que los extraterrestres son los responsables de la creación de la humanidad, que en cualquier momento pueden regresar y que la solución de todo pasa por alcanzar la inmortalidad clónica.
A Houllebecq le pierde su afán de llamar la atención y el querer decir demasiadas cosas, tanto superficiales como profundas. Al querer añadir un plus de profundidad a una novela cuyo argumento no acaba de funcionar, «La posibilidad de una isla» se convierte en una fábula inverosímil y artificial, a pesar de puntuales aciertos.
Adolfo Torrecilla