La Universidad CEU San Pablo y la Editorial Encuentro continúan con la tarea de publicar los artículos periodísticos de Chesterton, quizá el género en el que más sobresalió, y donde se detectan algunos de los temas de madurez característicos del genial autor inglés.
En numerosas ocasiones se ha mencionado su visión profética respecto de sucesos cruciales de nuestra época. De hecho, el tiempo no ha hecho más que confirmar sus intuiciones, a pesar de referirse en muchos casos a fases embrionarias de estas cuestiones. La concisión de cada artículo no es obstáculo para que el afilado ingenio de Chesterton se despliegue. Y aquí es donde el lector disfrutará con su peculiar estilo, alegórico y simbólico, místico y cotidiano, plagado de asociaciones paradójicas que llevan a un lugar muy alejado, en apariencia, del punto de partida.
Esta mirada clarividente y llena de sentido del humor –en la que no faltan agudas críticas y aparece su talante de polemista– se posa en numerosos temas, tan variados como el sufragio femenino, la vivisección de animales, la opción vegetariana, el divorcio, el valor de los cuentos de hadas (un tema sobre el que profundizará en Ortodoxia, publicado, como El hombre que fue jueves, en el mismo año en que vieron la luz estos artículos: 1908), los ritos y credos de la religión, la educación o la propia tarea periodística.
Sin embargo, la tarea del profeta no se reduce a la denuncia, y ha de entenderse especialmente a partir de lo que verdaderamente anuncia y defiende. En el caso de Chesterton, su capacidad de elevación es fruto de una mirada admirativa, incluso sobre aspectos minúsculos o poco valorados de la realidad observada. Chesterton es sintético porque sabe ser profundamente analítico. Ha sido capaz de denunciar “lo que está mal en el mundo”, no tanto porque supiera detectar dónde estaba el error, sino porque no albergaba dudas acerca del camino para remontarse hasta la verdad. Pocos autores contemporáneos han realizado un esfuerzo tan titánico para restaurar el valor de la razón para comprender el mundo. Por eso su mirada nos resulta tan actual y atractiva. Larga vida a Chesterton.