Destino. Barcelona (1993). 271 págs. 1.900 ptas.
Rafael Argullol, catalán nacido en 1949, profesor de Estética en la Universidad de Barcelona, ha ganado el premio Nadal 1993 con esta novela en la que expresa, por vía del símbolo y la parábola, la creciente preocupación por la decrepitud de Occidente.
La obra se ambienta en una ciudad marítima populosa y próspera, en la que se desata de modo repentino una epidemia psíquica que deja a muchas personas convertidas en mentes vacías y cuerpos mudos y pasivos. Los médicos se declaran impotentes para remediar la enfermedad, y las autoridades no saben qué medidas tomar. La población, al principio incrédula y luego aterrorizada, trata de aturdirse y olvidar su miedo. Pero ante la fuerza de la evidencia, es presa del pánico y se lanza a la violencia y al pillaje, paralizando por completo la vida ciudadana.
La razón del mal es una fantasía de carácter simbólico acerca de la manipulación y control de los fenómenos de masas, tal como es posible llevarlos a cabo en una sociedad que se aturde con el confort para no pensar en las raíces de los males que la afectan.
Los protagonistas, un médico psiquiatra y un fotógrafo de prensa, son testigos de excepción de las circunstancias, ya que el uno atiende a los afectados por la misteriosa epidemia y el otro toma imágenes de ellos. Sin embargo, sus figuras, más símbolos que personas concretas, encarnan dos actitudes opuestas. El psiquiatra acaba muriendo, corroído su espíritu por el absurdo y la sinrazón que le rodean. El fotógrafo, recordando el trágico mito de Orfeo, que miró hacia atrás cuando no debía, quema sus rollos de película, vuelve la espalda al pasado y se sumerge en el conformismo de sus conciudadanos.
Más que los elementos narrativos, reducidos a unos trazos escuetos y algo borrosos, Rafael Argullol ha cuidado sobre todo el lenguaje. La trama se vierte en palabras cuidadosamente elegidas y ordenadas con un rigor que se recrea en las posibilidades expresivas sin llegar a la excesiva afectación. De un modo muy hábil y significativo, se juega con los términos, se trastoca su sentido y se invierten los significados para reflejar la mixtificación con fines políticos de que es objeto hoy en día el lenguaje.
La obra, muy elaborada, densa, llena de reminiscencias existencialistas y kafkianas, encierra una denuncia amarga de la incertidumbre que mina al decadente mundo occidental. Su finalidad es inquietar al lector mucho más que distraerlo y, por eso mismo y por su carácter filosófico, estará destinada a obtener una acogida minoritaria. Como testimonio y llamada de atención, resulta interesante, a pesar de que no brinda soluciones revitalizadoras.
Pilar de Cecilia