Ediciones B. Barcelona (1996). 438 págs. 2.500 ptas.
Inmersos como estamos en un contorno de noticias pesimistas, observar la realidad con optimismo parece una actitud tan extraña como reconfortante. El panorama que nos pinta el sociólogo Gaviria es alentador: la economía española no cesa de crecer, el paro no es tan grave como dicen las estadísticas, hay dinero de sobra para atender las pensiones, y la sanidad, rápida y eficaz, cubre cualquier evento… Además resulta que España ocupa el puesto n.º 7 por el producto interior bruto entre los países más desarrollados.
Probar tales criterios a base de reproducir columnas de cifras estadísticas es difícil empresa, que, no obstante, el autor acomete. No parece importarle mucho que esas columnas y cifras sean, demasiadas veces, heterogéneas. Sin ir más lejos, el grave problema de la demografía española, se oculta con frases ingeniosas: «En España hay más jóvenes que nunca [lo cual es cierto] en la historia anterior y que en los próximos cuarenta años» [lo cual también es cierto]. Pero eso es ahora, que recogemos tasas de natalidad de hace 20-25 años. ¿Qué ocurrirá dentro de unos años, cuando España no sea la de hoy, sino la despoblada de jóvenes con las actuales cifras de natalidad? ¿Nos consolaremos diciendo que en 1996 teníamos «muchos jóvenes»? Misterioso optimismo. Si a estas maravillas sin base le añadimos otras, referidas a lo extraordinario de nuestra cultura actual, progreso en las artes, las ciencias y la investigación, nos convencemos de que en España nunca existió nada comparable a lo actual.
Parece que nunca han existido Jorge Manrique, Juan de la Cruz, Lope de Vega, Quevedo o Cervantes, Velázquez o Goya, Jorge Juan, Ulloa o Ramón y Cajal, personas que no tuvieron la suerte de nacer en la cumbre de nuestra historia, que, como aprendemos ahora, se limita a los años que van desde 1982 a 1996.
Rafael Gómez López-Egea