En 1999, Mercedes Ruiz Paz, profesora en un centro público, publicó Los límites de la educación, un interesante y provocador ensayo que motivó un amplio debate educativo. La autora denunciaba los absurdos excesos promovidos por la pedagogía oficial y los acríticos valedores de la LOGSE, y reivindicaba la pedagogía del contenido como la mejor manera de superar el clima de naufragio y fracaso que se había instalado en la educación española.
La secta pedagógica hereda el tono y el estilo de aquel libro para volver a insistir en los principales defectos que se mantienen muy vivos en el sistema educativo español, aun aprobada ya la Ley de la Calidad. Este ensayo no está exento de afirmaciones polémicas, muchas discutibles, pues la autora huye de interpretaciones edulcoradas o simplistas, y prefiere poner el dedo en la llaga de los problemas reales que se viven en las escuelas, las públicas de manera muy especial.
Para la autora, un buen número de docentes no comparten los excesos de la LOGSE pero, por pura pasividad, no se atreven a criticarlos y prefieren mirar para otro lado, no vaya a ser que, al manifestarse en contra de lo establecido, se les acuse de reaccionarios, intolerantes, insolidarios y no democráticos; calificativos que denotan la politización de las cuestiones educativas y el predominio en los centros de enseñanza públicos de un punto de vista educativo que coincide mayoritariamente con los planteamientos de la izquierda (férreamente apoyados por determinadas organizaciones de padres, sindicatos de profesores y asociaciones de alumnos).
Señala Ruiz Paz que, en su empeño por consagrar un nuevo modelo de enseñanza, la LOGSE fue cambiando de nombre a los ingredientes educativos, separando esos conceptos de la realidad. Con los años, la mayoría de sus propuestas se han convertido en consignas que uniformizan las escuelas con una ensalada ideológica que ha sustituido «la biología por el ecologismo, la filosofía por la superstición y la creencia por las manualidades». La vacuidad del concepto «evaluación» que hace la pedagogía oficial, la proliferación de la burocracia en el trabajo docente, el uso de la formación para fines distintos a los educativos y la manipulación demagógica de asuntos como la atención de los alumnos inmigrantes son fustigados por un libro inteligente que, por otra parte, abusa de un tono apocalíptico innecesario.