Plaza & Janés. Barcelona (2002). 247 págs. 18 €.
Medina de Rioseco, localidad de la provincia de Valladolid, es el escenario en el que se desarrolla esta novela, historia de amores desgraciados y de mujeres soñadoras y fantasmales.
La obra tiene una ambientación realista, referida a la decadencia de antiguas ciudades castellanas dedicadas a comerciar con mercancías cuya demanda es cada vez menor. Sin embargo, la acción transita por caminos de ensueño, alucinación y misterio, en claro contraste con el marco en el que se desarrolla. La meseta, sobria y concreta en sí misma, se transforma así en un territorio literario de fantasía y pesadilla, en cuyos rasgos trasluce el autor sus muchas lecturas de clásicos antiguos y modernos.
Centrada en pasiones e impulsos emotivos mucho más que en ideas, la obra sufre de cierto desorden narrativo y de dispersión argumental por exceso de presencias evanescentes y difuntas, que llegan a predominar sobre los personajes vivos. La superposición de las peripecias sentimentales y casi folletinescas de varias mujeres, muertas por sobredosis de sueños y de desamores, no resulta plenamente convincente, incluso admitiendo que en ellas hay más de sueño que de realidad.
En La soñadora el autor ha logrado superar las complejidades técnicas de una trama que se plantea por el sistema de «cajas chinas», pero en cambio no ha conseguido dotar de fuerza al contenido que debería sustentarla. Al final, las soñadoras resultan ser unas neuróticas con tendencias destructivas y sexualidad efervescente y desequilibrada.
Pilar de Cecilia