El joven periodista y escritor madrileño Alberto de Frutos Dávalos (1979), colaborador de Aceprensa, ve publicado su segundo libro de relatos. Se reúnen catorce, todos galardonados en distintos concursos, y compuestos desde el año 2001.
El autor acierta a arrancar magnéticamente los cuentos y logra sostenerlos con el ritmo de las palabras y el volumen de las imágenes, no sólo con los hechos. Emplea un humor macerado en las sutilidades de la ironía y los abultamientos graciosos de la exageración. Los detalles tienen aire de confidencia y dejan retratar a los personajes (frecuentemente el narrador en primera persona). No hay cesión a la moda de cifrar en lo metaliterario el súmmum de la perfección narrativa, y se esquivan tópicos y formulismos.
El lector encontrará perlas como los dos últimos párrafos del cuento que cierra el libro, “Sinatra”. Sobresalientes son también las páginas sobre Anna Maria Ball, “Una irlandesa en la Santa Croce” de Florencia, el lugar donde Stendhal en 1817 sufrió el mal que desde entonces lleva su nombre. Aquí la labilidad de los géneros funciona para conformar una historia y un catálogo de emociones con personajes incluidos. Clásico y algo previsible es “Velas de artesanía”, donde zigzaguean la dureza y la ternura. “Fragmentos de una exposición” propone experimentar con la pluralidad de narradores. Otro texto reaviva y recrea, un tanto a lo Frank Capra, la historia del atleta alemán Carl Ludwig “Lutz” Long, plata en longitud en las Olimpiadas de Berlín de 1936. El amor aparece en otro relato de urdimbre histórica, “La hija del general”.
Otro tema muy presente en el libro es la soledad, como indica el título, que toma una idea expresada en “Inquilinos”. Este es un cuento de adensar ambiente más que de horadar una situación hasta abrir un agujero por el otro lado: la soledad, en las estaciones, se borra porque más allá existe el futuro.