La pujanza de la neurociencia durante los últimos años parece haber transformado el discurso sobre el hombre. A menudo se nos presentan los resultados de la neurobiología como si fueran el único método correcto para explicar la conducta humana, en clara competencia con otras aproximaciones, que habrían quedado obsoletas. Pero, frente a esta pretendida suficiencia de algunos planteamientos, que provienen tanto de filósofos como de científicos y divulgadores, queda la sensación de que la imagen que se arroja sobre lo que somos resulta pobre y sesgada y que se presentan como irrelevantes o problemáticas experiencias y convicciones básicas sobre nosotros mismos, como la existencia de la identidad personal o la libertad. ¿Es realmente inevitable esta situación? ¿Son incompatibles y excluyentes los métodos de la ciencia y los que intenta desarrollar una filosofía en continuidad con el sentido común?
Esta es la pregunta a la que este libro intenta responder. Y lo hace, en primer lugar, de un modo práctico. La obra es fruto de la docencia conjunta de un profesor de antropología filosófica y uno de neurociencia desarrollada en la Universidad de la Santa Cruz de Roma. Su objetivo es, como el título subraya, llevar a cabo un estudio del hombre que integre los conocimientos neurobiológicos dentro de una visión filosófica rigurosa y completa, que respete la unidad de la persona y permita considerarlos como aspectos de ella. A lo largo de sus páginas se pasa revista al conocimiento sensible, las emociones y la conducta. También se concede especial atención a la comprensión de las enfermedades mentales y se plantea el problema de la libertad humana.
Se trata de un interesante caso de colaboración interdisciplinar que no se limita a agregar a los conocimientos filosóficos los científicos, sino en el que cada uno de los interlocutores intenta hacerse cargo del punto de vista del otro y tenerlo en cuenta en sus explicaciones. El planteamiento filosófico se apoya ante todo en la tradición aristotélico-tomista y es una prueba de que el diálogo de esta con la neurociencia es posible y fecundo.
El escrito tiene una finalidad introductoria y, por su brevedad, deja muchos temas solo planteados o esbozados, pero sirve para iniciarse en el estudio del hombre evitando la molesta sensación de que se tiene que elegir entre la ciencia y la filosofía. Los autores anuncian que dedicarán una investigación posterior al estudio de los hábitos. Esperemos que su trabajo continúe y sirva de ejemplo y estímulo para otros.