Robert M. Hutchins, rector de la Universidad de Chicago con apenas 30 años, diseñó un programa educativo basado en la lectura y discusión de grandes libros de la literatura, la historia y el pensamiento. Su preocupación: el rumbo que toma la educación en los Estados Unidos. El objetivo: formar personas capaces de liderar el país, no solo especializadas en materias concretas, sino con mentalidad crítica y capacidad reflexiva. Hutchins impulsaba así un tipo de educación liberal que tendría gran influencia en muchas universidades norteamericanas y, aunque su plan inicial no se llegó a realizar, la idea de formar universitarios a partir de la lectura y discusión en pequeños grupos iba a tener una repercusión importante.
Ciertamente Hutchins se consideraba utópico en muchos sentidos –el propio nombre de este libro lo indica–, pero era a la vez consciente de que el pensamiento utópico puede ser el inicio de un cambio. En La Universidad de Utopía (1953) realiza un análisis realista de los problemas que atraviesa la universidad norteamericana (especialización, subordinación de la educación a la industria y a la búsqueda de beneficios económicos), exponiendo cómo sería la educación en un lugar llamado Utopía, donde sus habitantes creyesen “que la educación es una conversación dirigida a la verdad”. La universidad, por tanto, debe centrarse en la formación de personas capaces de pensar por sí mismas y no tanto en la enseñanza de materias hiperespecializadas. Para esto último deben desarrollarse otros centros de enseñanza distintos de la universidad.
Gran parte del diagnóstico de Hutchins en torno a la educación en Estados Unidos se aplica hoy en día a la educación en Europa. La universidad en buena medida ha dejado de ser una comunidad de discusión en torno a los grandes problemas y se ha convertido en una escuela de especialización. Por eso mismo, La Universidad de Utopía resulta un texto que puede aportar muchas luces para todos aquellos interesados en reformar la educación.
Leer hoy a Hutchins obliga a repensar el papel de la universidad y el tipo de enseñanza que se pretende lograr. Evidentemente, la universidad ideal siempre será una utopía, pero nunca viene mal esa utopía que permite repensar el presente y empezar a hacer cambios. Quizás la única tarea que tenemos por delante es volver a los clásicos y discutir con ellos los grandes problemas.
La traducción viene precedida de un estudio de Javier Aranguren sobre la figura y la obra de Hutchins.