Destino. Barcelona (1992). 674 págs. 3.500 ptas.
Según la mayoría de los críticos, Josep Pla (1897-1981) es el prosista catalán más importante de este siglo. Resulta que traducido al castellano -muy bien en este caso por Josep Daurella- sigue siendo espléndido. La proximidad de las dos lenguas y el talento del traductor hacen que no parezca una traducción.
En este libro, que data de los años veinte, Pla intentó algunas experiencias narrativas. En realidad le salieron los cuadros de costumbres que siempre hacía, esta vez con una cierta unidad de tema: la vida en pensiones de España, Alemania, Italia e Inglaterra. Un retrato de tipos, un catálogo de impresiones, una enésima muestra del escepticismo de Pla, pero no de su amargura, a pesar del título.
Ocurre aquí, como en casi todos los libros de Pla, que su prosa muy temprana queda ya como un libro de historia. De esa historia privada que está ahora tan de moda. Aquí se ve, en detalles nimios, cómo era Europa en ese interesante periodo de la primera posguerra. Nada esencial, ningún acontecimiento importante del que Pla fuera testigo. Es la crónica de vidas comunes, mediocres. Y es también un estudio, de soslayo, de la tontería humana, campo en el que Pla es un maestro. Su crítica no es nunca cruel, pero por eso mismo los vicios menudos aparecen en toda su espléndida sordidez. Capítulo aparte merece el estilo. Es raro encontrar en otro escritor su talento para emplear adjetivos sin que resulten superfluos.
Adolfo Torrecilla