Gilles Kepel (director) Anaya/Mario Muchnick. Madrid (1995). 366 págs. 2.700 ptas. Edición original: Éditions du Seuil. París (1993).
Kepel, autor de La revancha de Dios (ver servicio 36/92), insiste aquí en el tema, organizando la participación de otros once autores. El más conocido es Alain Touraine, a quien se confía una especie de epílogo. El fondo de la cuestión es el innegable resurgimiento de lo espiritual en este fin de siglo, coincidiendo con los escombros de un materialismo científico como el comunismo.
Pero tratar a la vez el fundamentalismo islámico, la mayor presencia de la Iglesia Católica, el peculiar chiísmo iraní, algunos movimientos religiosos en India, la lucha por la libertad de las diversas confesiones en China, etcétera, es unir cosas heterogéneas. Así, por poner un solo ejemplo, mientras la mayor influencia del catolicismo va ligada al acento en su universalidad y en el abandono -no total, pero significativo- de las tentaciones nacionalistas, la mayoría de los fenómenos que se analizan en el libro están basados en la confusión o identificación de política y religión.
Alain Touraine propone, como más clarificador, que se abandone las oposiciones tradicional/moderno, religión/secularización. Es bastante, pero en realidad en ningún momento se deja a la religión que señale su verdadera esencia, no de oposición sino de relación hombre/Dios. Así, en este largo libro en el que no se habla más que de religión puede ser que no se hable para nada de religión. O, si se quiere una postura intermedia, sólo se habla de la religión como fenómeno cultural, social y político.
Es hora de que se abandone la tergiversadora idea de que la izquierda y el progreso coinciden con el materialismo y la derecha y la reacción con una visión religiosa. Ni es verdad ni encuentra correlato en la historia, donde, como siempre, ha habido y hay de todo.
El libro acumula mucha información y es un repaso puesto al día de la situación en puntos conflictivos: Argelia, China, India, Israel, Rusia… Significativo es el capítulo dedicado al papel político de los protestantes en Latinoamérica. En algunos países la población protestante ha pasado, en veinte años, del 2% al 20%.
Rafael Gómez Pérez