Imposible decir más en menos. Cada palabra de este valioso y denso ensayo tiene un hondo sentido. Lo firma, junto con su mujer, Will Durant, un referente en los estudios históricos y autor de una monumental historia de la civilización (The Story of Civilization, 1937-1965), de diez volúmenes –algunos escritos también con Ariel–, donde expuso el desarrollo del ser humano hasta 1789.
De aquel trabajo sacaron datos y material interesante con el que “iluminar asuntos actuales, probabilidades futuras, la naturaleza del hombre y la conducta de los Estados”, como dicen los mismos autores en la introducción. Y de ese saber acumulado nacieron las inspiradoras 160 páginas que conforman Lecciones de la Historia (1968). En el ensayo, buscan dar la palabra al pasado para aproximarse a temas tan diversos como la astronomía, la geología, la geografía, la biología, la economía, la política o la guerra, entre otros.
Se agradece que se cimienten en una sabiduría humilde, que abarca investigación, dudas, sentido crítico e incluso un cierto escepticismo sobre la utilidad de los estudios históricos, puesto que tienen la certeza de que el conocimiento de cualquier acontecimiento pasado es siempre incompleto.
El ensayo tiene algo de detectivesco, aunque son conscientes de que el misterio del hombre es mucho mayor que su propia historia. En los temas más científicos como la biología, la raza o la tierra, los autores aportan los datos necesarios. Aunque sus opiniones demográficas están condicionadas por la época en que vivieron, afirman que “si los conocimientos agrícolas existentes se aplicasen a todas partes, el planeta podría alimentar al doble de su población actual”.
Se explayan más en los capítulos dedicados a la economía, el socialismo, el gobierno y la guerra. Constatan que la lucha del socialismo contra el capitalismo es parte del ritmo histórico y que guía la dinámica de concentración y dispersión de la riqueza. Incluso parecen tener una bola de cristal cuando ya en 1968 anticipan lo que puede ocurrir en ciertas naciones: “Si nuestra economía de libertad no consigue distribuir la riqueza con la misma habilidad con la que la ha creado, el camino a la dictadura estará abierto a cualquier hombre que pueda prometer persuasivamente seguridad para todos; y un gobierno marcial, con todo tipo de frases encantadoras, engullirá el mundo democrático”.
El matrimonio Durant se dedicaba a la historia y tal vez por su especialización se puede echar en falta cierta profundidad en sus planteamientos morales, teológicos y antropológicos. Con todo, se ha de aplaudir el final algo más esperanzador con que concluyen este breve ensayo: “El historiador no se lamentará por no ver ningún significado en la existencia humana, excepto el que el hombre pone en ella; que sea nuestro orgullo que nosotros mismos podamos dar sentido a nuestras vidas y a veces darles un significado que transcienda a la muerte”.