Los hijos de Tzvetan Todorov publican esta obra póstuma que su padre había preparado meses antes de morir, en febrero de 2017, y que agrupa diversos textos en los que reflexiona, entre otras cuestiones, sobre los problemas culturales de la convivencia y el modo en que las artes transmiten un conocimiento profundo del ser humano.
Leer y vivir es una obra sugerente, como otras del pensador de origen búlgaro, en la que aparecen ideas brillantes y algunas discutibles. Todorov plantea las dificultades para aceptar normas comunes en una cultura vertebrada sobre el ideal de autonomía. Por otro lado, contesta a los discursos en los que Sarkozy defendía la identidad cristiana de Francia, reivindicando el papel preponderante del proyecto ilustrado en la construcción europea.
Pero, a diferencia de otros intelectuales ateos, Todorov no cuestiona la religión; reclama el establecimiento de un marco legal e institucional que permita su coexistencia pacífica y asegure la libertad de conciencia. Es consciente de que en democracia se ha de combatir lo políticamente correcto, ideas sobre las que escribió en una de sus obras anteriores, Insumisos.
Otros capítulos están dedicados a bucear en la obra de los grandes escritores que han buscado reflejar la verdad en sus novelas a pesar de vivir bajo regímenes totalitarios, como Bulgákov, Pasternak o Grossman. Medita también sobre algunos mitos literarios, como el Quijote, Don Juan o Robinson Crusoe y constata cómo en ellos aparece claramente el enfrentamiento entre el protagonista y las normas sociales de la época. Hoy, sin embargo, “el castigo va acompañado de la simpatía por el transgresor o de la falta de estima por el que castiga”, una diferencia que, según Todorov, ilustra el modo en que se transforma la identidad del hombre moderno.