La periodista norteamericana Janet Malcolm, nacida en Praga en 1934, es autora de ensayos sobre fotografía y reportajes sobre temas polémicos, como El periodista y el asesino (1990). También es autora de biografías de escritores contemporáneos, como la dedicada a Sylvia Plath. Leyendo a Chéjov nace de su fascinación por la literatura del escritor ruso, de quien traza una aproximación crítica alejada de los estudios tradicionales.
Malcolm visita las casas en las que vivió Chéjov (Yalta, Moscú, Meljovo, San Petersburgo…) y los lugares sobre los que había escrito. Al hilo de estas visitas, describe su carácter, sus ideas literarias, los principales hitos de su limitada biografía. Un paisaje, una habitación, un hotel, un museo… sirven a Malcolm para hilvanar argumentos de sus relatos y dramas y para profundizar en su literatura con la ayuda de sus escritos, su correspondencia, todo tipo de estudios y abundantes testimonios personales.
Muy interesantes son las apreciaciones de Malcolm sobre los ejes temáticos de sus relatos, donde destaca la sombra de la mortalidad, que Chéjov además vivió en carne propia, pues los últimos años de su corta vida fueron una constante batalla contra la tuberculosis. Los detalles de su muerte en el hotel alemán donde se encontraba descansando son también muy precisos. Sobre su muerte, recoge las diferentes versiones que circulan. También cuenta la llegada del féretro a Rusia tras su fallecimiento, una escena digna de uno de sus relatos.
Para Malcolm, el modelo principal de la literatura de Chéjov son los relatos bíblicos, que le aportaron un profundo conocimiento de la condición humana. También destaca la influencia que tuvo Tolstói en su concepción de la literatura y del compromiso. «Nunca he sentido tanto cariño por un hombre», afirmó Chéjov, para quien su obra «es la justificación de los entusiasmos y las expectativas construidas en torno a la literatura». Todos estos comentarios intentan mostrar más luces sobre los escritos de Chéjov. Malcolm reproduce pasajes de su abundante correspondencia, donde se abordan algunas claves de su literatura, aunque no fue muy pródigo en este tipo de comentarios. Para Chéjov, por ejemplo, «el artista no debe convertirse en juez de sus personajes y de lo que dicen; su única tarea consiste en ser un testigo imparcial».
Su literatura no es ni biográfica ni testimonial, aunque en algunos relatos se aprecia la huella de su vida y de sus ideas. «Mi única tarea -escribió- consiste en tener el talento suficiente para saber distinguir un testimonio importante de otro que no lo es, para presentar a mis personajes bajo la luz apropiada y hacer que hablen con su propia voz».
Adolfo Torrecilla