Siruela. Madrid (2006). 147 págs. 14,90 €.
Como en otros libros en prosa anteriores («El crujido de la luz», «Días en Petavonium»), este destacado poeta leonés vuelve a sus míticas raíces, a «Petavonium», enclave del noroeste peninsular, en los límites entre León y Galicia, donde naturaleza y cultura forman un microcosmos misterioso que lo atrae como un imán. Con su prosa limpia y sosegada, Antonio Colinas cuenta recuerdos de los veranos que pasó en su infancia, con sus tíos y con sus abuelos, por los parajes a los que ha vuelto cincuenta años después.
Entre la maleza y las ruinas, descubre las huellas de lo que fue: las de su biografía y las de aquello que lo une a los orígenes remotos. Es decir, por un lado, reconstruye historias vividas; y por otro, siente el reclamo de los símbolos, de lo sagrado, que encierran esas tierras en su paisaje (picos, peñas, bosques, ríos ) y en sus restos arqueológicos (castros celtas, campamentos romanos, iglesias cristianas, vasijas, joyas, lápidas ). Se trata de un paseo con el autor, en el que van surgiendo anécdotas, consideraciones variadas, bellas descripciones del solitario paisaje, con un halo de emoción ante lo telúrico, lo cósmico y el transcurrir inexorable del tiempo, no para evocar nostálgicamente lo que pasó, sino para buscar los vestigios de lo que une todo. Esto justifica las frecuentes preguntas que se hace el propio Colinas a lo largo del libro, con un trasfondo un tanto sincrético, y con las que deja el final abierto.
Sucesos de las vidas de personas sencillas y honradas, para las que la amistad, la contemplación, la generosidad son bienes importantes, o breves especulaciones sobre el significado de unas joyas antiquísimas, de unas misteriosas inscripciones o de unas ruinas sirven al autor para reclamar la atención de los lectores sobre aspectos de la vida que parecen incompatibles con el fragor urbano y con el consumismo, pero que nos devuelven a las cuestiones fuertes, a las grandes preguntas sobre nuestra razón de ser.
La calidad de la prosa, el ritmo, el breve suceso narrado en el lugar oportuno hacen la lectura bastante amena: una invitación al reposo y a valorar lo que nos ha conformado y nos une a los que nos precedieron y a los que nos sucederán.
Luis Ramoneda