Loba

SM.

Madrid (2013).

509 págs.

11,95 €.

Larga novela de fantasía épica que los entusiastas del género disfrutarán: es una obra de primer nivel, cuidadosamente construida y escrita, que da una vuelta de tuerca más a viejas leyendas.

Mundo paramedieval. Rivalidad histórica entre tres reinos limítrofes: Moriana, donde sucederán los acontecimientos, una tierra sin magia; Alosna, un país de magos; Tarkán, donde viven los tungros, unos guerreros salvajes de la estepa. Todo se desencadena cuando un joven y orgulloso mago de Alosna llamado Cuervo, imprudentemente despierta de su sueño al dragón, que sobrevuela Moriana destruyéndolo todo a su paso.

El rey de Moriana, Lobo, manda una expedición a comprobar las noticias y, en ella, va su joven y orgullosa hija, Soledad, una chica muy preparada para combatir y que no cree para nada en la magia. Los acontecimientos no solo cambiarán su modo de ver las cosas sino que, además, harán consciente al dragón de su presencia que, a partir de ahí, se obsesionará con encontrarla.

En capítulos cortos, cada uno centrado en alguno de los personajes, la narración se despliega ordenadamente como con la voluntad de que no falte ni un detalle descriptivo, sobre todo de los comportamientos. Si en muchos otros relatos del género esto es innecesario, y parece responder a que sus autores dejan correr la imaginación o a que desean llenar páginas, en este caso, tal minuciosidad cumple la función de poner en pie un mundo propio e introducir en él al lector.

Como corresponde a quien tiene como uno de sus modelos a Ursula K. Le Guin, la prosa de la autora tiene un punto de barroquismo que, algunas veces, pocas, se pasa de vueltas. También, como es más habitual en escritoras que en escritores, que inciden más en escenas de acción, la novela se dirige sobre todo a los momentos de reconocimiento y de arrepentimiento de los protagonistas, Cuervo y Soledad. El desarrollo argumental se resiente un poco de que, al final, los que pueden ser llamados oponentes son personajes con poco peso.

He de advertir que, con pocas excepciones, me gustan poco este tipo de relatos: los veo muy artificiosos, o más artificiosos que muchos otros. En este caso, sin embargo, he leído con atención toda la novela: hay mucha sabiduría literaria y un grandísimo trabajo detrás. Sin embargo, creo que al desarrollo argumental le falta un contrapunto de humor, como el que ponen los hobbits en El Señor de los Anillos: aquí todo es demasiado solemne, como si en la obra de Tolkien todos fueran serios y envarados como elfos. También creo que le restan poderío al relato las escenas como desde dentro del dragón: un narrador puede ser omnisciente pero a mí se me hace difícil que lo pueda ser tanto.

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