Escribe el poeta, escritor y filólogo Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950), en una breve nota introductoria, que “he agavillado en este librito cuatro trabajos procedentes de conferencias y de artículos dispersos por aquí y por allá”. En todos ellos se trasparenta un emocionado amor por la literatura. El libro es un sentido homenaje al mundo de los libros y al papel de la lectura en la conformación de su mundo personal. También es una alabanza de las humanidades como el camino apropiado para encontrarse con los valores más eternos y universales.
El primero de los textos, “Los caminos de la literatura”, está dedicado a sus recuerdos personales sobre su itinerario como lector. Luis Alberto de Cuenca se ve siempre con un libro en la mano, afición que le contagiaron sus padres. Comenzó con la lectura de tebeos, afición que le sigue durando y en la que es todo un experto, así como de otros géneros de la literatura popular. Luego leyó los clásicos libros de aventuras que le prepararon el camino para los grandes descubrimientos literarios. Destaca el impacto de algunos libros en sus inicios como escritor. En concreto, las obras de Stevenson, Rudyard Kipling, Conan Doyle, Galdós, Shakespeare y, de manera muy especial La Ilíada, La Odisea y Amadís de Gaula.
En “Veinte escalas de un viaje por la excelencia literaria”, el autor selecciona veinte obras clásicas de la literatura universal y las comenta de manera muy subjetiva, animando a su lectura. En muchos casos el autor recuerda el impacto que le provocaron cuando las conoció y hasta la edición en que los leyó por vez primera. Entre las obras y autores que menciona aparecen La Ilíada, Ovidio, Petrarca, Coplas a la muerte de su padre, Garcilaso, San Juan de la Cruz, Coleridge, Poe, Whitman, Rubén Darío…
El siguiente ensayo, “Bibliotecas y mundo clásico”, habla de lo que supuso para la cultura de la Antigüedad la creación de la Biblioteca de Alejandría y la trascendencia de los trabajos que se realizaron por sus diferentes directores. El último ensayo, “Héroes medievales”, de manera muy breve, resalta la labor cultural y política de algunos grandes personajes, como San Benito, Casiodoro, Carlomagno, Alfredo el Grande, Godofredo y San Luis.
El libro es muy sugestivo y animante. Transmite el entusiasmo del autor por la lectura, ayuda a redescubrir a los clásicos, proporciona buenas sugerencias de libros y, lo que es más importante, contagia su pasión por el valor de las humanidades en un contexto cultural y educativo en el que están en retirada.