José Julio Perlado es un escritor con una voz propia, diferente y singular, y una constancia admirable. Está en lo que está, que es escribir, un paciente artesano ajeno a modas y vaivenes. Ha sido también profesor universitario en la Facultad de Ciencias de la Información, corresponsal de prensa en Roma y París, director de diversas revistas, y ha impartido cursos de creación literaria en España y México.
El pasado mes de julio, su cuidado blog Mi siglo cumplió quince años. En él, cada día, puntualmente, Perlado no falta a su cita con los lectores: relatos propios, ficción y no ficción, reflexiones y recuerdos, y también textos de escritores o artistas, anécdotas culturales, etc.
Los cuadernos Miquelrius son de difícil clasificación. Inicialmente comienzan como lo que podría parecer un diario. Hay también una entrevista que le hace una periodista al autor. Con este hilo inicial, a veces río y otras cruzándose con afluentes, se enlazan recuerdos con reflexiones e ideas, parte de ellas sobre el proceso creador y sus alrededores. Tampoco faltan cuentos, a veces una ficción dentro de otra. Entre estos, el precioso Caligrafía, que quizás sea como el perfume, la esencia, de estos cuadernos.
La sensación al leer es, por un lado, de cierto balance. Es mucho lo que ha leído, escrito, pensado y vivido; hay mucho que contar. Pero también, y desde luego, hay mucho en estos cuadernos de proyecto, de ilusión, de seguir trabajando pacientemente para que quede lo que importa: la obra bien hecha.
Se trata así de una mirada hacia atrás y hacia adelante, abierta, interesada, curiosa y amable, agradecida: la mirada de un escritor con voz y tono propios, muy hecho ya, sólido, y a la vez en evolución, que no se contenta. Cuenta, y aunque cuente cosas “suyas”, él queda, como aquellos fotógrafos, bajo el paño negro de la ocultación: infancia, familia, casas, habitaciones, paseos, campo, jardines, barrios, lugares –Madrid, Roma, París–, personajes de la cultura a quienes tuvo la suerte de conocer, otros a los que no conoció personalmente, pero de quienes ha aprendido.
Es de destacar en estos cuadernos el no hacer literatura haciéndola, la falta de afectación, la sinceridad, la dignidad y la elegancia de quien está en su centro.
Un comentario
Un libro que merece la pena leer.