El autor de Marathon Man y La Princesa Prometida, y guionista de películas como Dos hombres y un destino, Todos los hombres del presidente, Un puente lejano y La Princesa Prometida, firma esta breve historia humorística.
Un escritor llamado S. Morgenstern -que fue un seudónimo de Goldman en el pasado-, cuenta que, siendo niño, escuchó cantar a los gondoleros, cuando todo el mundo sabía que nadie cantaba tan bien como ellos. Para ilustrar esto recuerda el episodio del gran Enrico Caruso que se marchó avergonzado de Venecia después de oír cantar al que ocupaba el puesto quincuagésimo tercero de la clasificación interna de los gondoleros. Entonces, ¿por qué un día dejaron de cantar los gondoleros de Venecia? Y el narrador cuenta su investigación, que le lleva a la historia de Luigi, un jovencito aspirante a gondolero y con un talento fuera de lo común para guiar una góndola, pero que como cantante era una desgracia.
Aunque la narración habla del poder de los grandes sueños, de que los grandes sueños no mueren nunca y esas cosas, su fuerza no está en eso sino en que, como todo lo que toca Goldman, funciona bien. Es disparatada, sí, pero gusta porque, aunque el narrador se hace demasiado presente al principio con incisos y comentarios colaterales, logra interesar al lector: le hace pasar las páginas preguntándose qué pasará y le transmite afecto a los personajes.