Geraldine Brooks (Australia, 1955) es conocida principalmente por dos de sus novelas: El asombroso año de la plaga, que fue un best-seller internacional, y March, con la que obtuvo el Premio Pulitzer 2006. La autora trabajó muchos años como corresponsal para el Wall Street Journal; de hecho, Los Guardianes del Libro tiene su origen en un reportaje que escribió para el periódico cuando estaba destacada en la guerra de los Balcanes.
La anécdota del libro está basada en hechos reales. La Haggadah de Sarajevo, el manuscrito judío más hermoso y uno de los más valiosos, aparece después de varios años en paradero desconocido. Hanna, una prestigiosa restauradora de manuscritos medievales, se desplaza a Sarajevo al finalizar la guerra para ocuparse, por mandato de Naciones Unidas, de comprobar el estado del códice y cuidar de su conservación. A partir de ahí la novela alterna la historia de Hanna con la de quienes elaboraron el manuscrito e intervinieron en su protección desde entonces. Así, el relato se remonta al siglo XV en Sevilla, y de ahí inicia un sorprendente periplo por Tarragona, Venecia, Viena, Sarajevo…
Los Guardianes del Libro se ambienta, por tanto, en diferentes escenarios históricos, desde el siglo XV hasta nuestros días. Comienza con el trabajo de Hanna para frenar el deterioro del manuscrito. Tras un breve idilio con Ozren Karaman, el bibliotecario musulmán que salvó el libro de las llamas durante la guerra, deja hablar a la Haggadah: una mancha de vino, un pelo blanco o un resto de mariposa entre sus páginas dan pie a la restauradora para iniciar una investigación que acaba por dar vida al códice.
Es esta una novela entretenida, y poco más. Le pierde su ambicioso planteamiento, ya que el retrato de los personajes, tantos y de tan variadas épocas, resulta a menudo endeble y cae en no pocas ocasiones en una visión simplista de algunos hechos históricos.