Nacido en 1906 en Inglaterra, la vida de Humphrey Slater estuvo marcada por la Guerra Civil española. A finales de la década contrae matrimonio e ingresa en el Partido Comunista. Por motivos políticos, viaja a París, Moscú y Berlín. Los servicios de contraespionaje británicos le tenían controlado. Tanta era su relación con el PC que su mujer le dijo que el Partido o ella, y él eligió el Partido. Se separó en 1932 y tenía dos hijos. En 1936 viene a España, al poco de iniciarse la Guerra, como corresponsal de prensa. Regresó a Inglaterra y decidió volver a España como voluntario de las Brigadas Internacionales. Herido en una de las muchas batallas que participó, volvió a Inglaterra en 1938, donde se dedicó a recaudar fondos para la causa republicana.
Sin embargo, como les pasó a tantos otros, la experiencia de la Guerra Civil propició un radical desengaño del comunismo. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial se dedicó a la literatura y al periodismo.
Sus primeras novelas son las que ahora se traducen al castellano. En Los herejes (1947), hay un gran contenido autobiográfico. La segunda, El conspirador (1948), fue llevada al cine con el título de El traidor. Slater se convirtió en un novelista famoso, con traducciones a otros idiomas. Siguió escribiendo y publicando con relativo éxito hasta que se trasladó en 1958 a España para escribir sus memorias y desapareció misteriosamente.
Los herejes está formada por dos novelas muy desiguales. La primera, que ocupa 114 páginas, cuenta un episodio de la guerra de Inocencio III contra la herejía de los algibenses. Ambientada en los pueblos cercanos a Avignon, se sirve de tres niños para ir relatando unos hechos que muestran la peor cara del fanatismo religioso. Esta parte de la novela es simplona y maniqueísta y su lectura es totalmente prescindible sin que se resienta el resto de la novela.
La segunda parte está protagonizada por el coronel y luego general Córdova, testigo privilegiado de los sucesos de la Guerra Civil, y tres ingleses que simpatizan con la causa republicana a los que el inicio de la guerra les coge en Málaga realizando unos trabajos de investigación antropológica. Córdova se enamora de Elizabeth y viajan juntos a Madrid cuando Córdova es destinado a la capital, donde ejercerá importantes cargos en la política republicana. Paul y Simon, miembros del Partido Comunista, ingresan en las Brigadas Internacionales.
El relato de todos estos hechos es vivo y muy directo, aunque la historia amorosa es excesivamente tópica. Asistimos al estallido popular de la Guerra en Málaga y luego, de la mano de Córdova, se describen los entresijos de la alta política republicana, con las relaciones de Córdova con influyentes militares rusos que toman las riendas de la Guerra. Pero, y esto es lo más interesante, vemos también cómo el fanatismo se instala en el bando republicano y al igual que les sucedió a los niños de la primera parte de la novela, se describen de manera muy acertada las consecuencias irracionales y trágicas de los abusos del poder, en este caso del Partido Comunista.
En la segunda parte, la ambientada en la Guerra Civil, el peso de la moralina es menos evidente y se impone más el veraz retrato de los hechos. Se nota que Slater vivió muchas cosas de las que cuenta. Los herejes es una buena novela que explica el posterior desengaño del autor con la ideología comunista, solamente interesada durante la Guerra Civil en fortalecer por la violencia y el asesinato sus férreos postulados estalinistas.
El conspirador tiene más calidad literaria. En ella se cuenta el matrimonio entre la joven e inexperta Harriet y Desmond, comandante de la Guardia de Granaderos, mucho mayor que ella y que lleva una doble vida. La novela comienza con el enamoramiento de los dos personajes, con escenas un tanto tópicas y algunas subidas de tono. Pronto, sin embargo, la acción se centra en las actividades secretas de Desmond como espía para el Partido Comunista soviético y las cada vez más tensas relaciones con su mujer. El relato que Slater traza de Desmond es muy eficaz: persona fría y calculadora, valiente, idealista a su manera, su vida sólo tiene como objetivo servir a la causa comunista, por encima de intereses personales. Slater sabía de lo que estaba escribiendo, pues durante sus años de militancia en el Partido Comunista británico conoció a espías como Desmond, educados en la implacable disciplina comunista y víctimas de un sistema inhumano.