Alba. Barcelona (2006). 560 págs. 31,50 €. Traducción: Olivia de Miguel.
Aunque fue una escritora muy leída en su tiempo, contemporánea de Scott Fitzgerald, McCullers, Steinbeck y O’Connor, apreciada por Faulkner y Truman Capote, Willa Cather (1876-1947) entró tras su muerte en el peligroso territorio del olvido. A partir de los años ochenta fue rescatada en Estados Unidos y ahora, a buen ritmo, se están traduciendo en España sus mejores obras: «La muerte llama al arzobispo», «Mi Ántonia», «Pioneros», «Una dama extraviada», «Mi enemigo mortal»… En la editorial Alba, donde se han publicado la mayoría, aparece ahora «Los libros de cuentos», volumen que reúne todos sus relatos.
Cather (ver Aceprensa 146/01) nació en Winchester (Virginia) en 1876. En 1883 se trasladó con su familia a Nebraska. Su experiencia personal aparece reflejada en sus escritos, pues a Nebraska acudieron en aquellos años muchos inmigrantes que procedían del sur de Estados Unidos o de Europa central y del norte. En 1890 ingresó en la Universidad de Nebraska y allí descubrió su vocación literaria. Ejerció el periodismo en Pittsburgh, Nueva York y Boston. Más adelante se dedicó exclusivamente a la literatura. Tras ser educada en la Iglesia baptista, en 1922 ingresó en la Iglesia episcopaliana.
En sus novelas y relatos aparecen escenarios muy similares: las llanuras de Nebraska o las tierras de su Virginia natal. Publicó su primer libro de relatos en 1905, «El jardín del troll». En ellos, el mundo del arte y los artistas tiene un especial protagonismo, aunque aparecen también sus temas habituales, como el peso de los recuerdos. Su siguiente libro es de 1920 y ya se aprecia un cambio: aunque en muchos de los relatos las vicisitudes de los artistas siguen siendo el hilo conductor, la autora pone el acento en otro tipo de ilusiones o recuerdos, como en ese magnífico cuento sobre los sueños adolescentes que es «El caso de Paul».
Los tres relatos incluidos en «Oscuros destinos» definen bastante bien el agradable mundo narrativo y moral de Willa Cather, con la epopeya de los pioneros como ejemplos de un mundo sustentado en valores humanos y familiares, que es la antítesis del creciente materialismo. Es el caso de dos relatos muy emotivos: «El vecino Rosicky» y «La anciana señora Harris». «La anciana belleza y otros relatos», el último libro, fue publicado póstumamente en 1948.
La lectura de estos relatos permite apreciar la evolución de una escritora que basó su literatura en la grandeza de las historias cotidianas. Ese deseo de normalidad argumental y estilística se contagia también la estructura, pues sus relatos no destacan por la novedad de la intriga ni la sorpresa de los finales ni la excentricidad de los personajes. Al contrario, Cather presenta unos personajes sobre los que deposita su optimista y recia confianza en el ser humano.
Adolfo Torrecilla