La literatura sobre viajes tiene una larga tradición desde los tiempos de Homero y está en auge, pero próxima a ella figura la que se podría calificar de literatura lugareña, porque el protagonista es una tierra, una ciudad, un sitio concreto. Este es el caso de Los montes antiguos, del poeta, crítico y ensayista Enrique Andrés Ruiz. El lugar es el monte Valonsadero, muy próximo a Soria, donde el autor nació en 1961. El detonante del libro es la vuelta a la zona, al fallecer el padre del narrador, para ocuparse del predio heredado.
En cinco partes, en las que el presente y el pasado se alternan, conocemos las conversaciones del autor con el taxista Paco –este, socarrón y realista; aquel, más soñador–, así como diversas historias, más o menos lejanas, como la de la finca llamada La Ginastera y sus moradores, o la de la muerte de una joven promesa del toreo, o la del fugitivo que se esconde en una casa de la zona durante la Guerra Civil…, con las que se acerca al lector a una serie de personajes vivos, muy humanos. A esto hay que añadir la abundante y detallada información sobre costumbres, tradiciones, leyendas y las tareas agrícolas y ganaderas.
La prosa de Enrique Andrés Ruiz es excelente –en la estela de Delibes o de Jiménez Lozano– y esto bastaría para recomendar el libro, porque las descripciones del monte Valonsadero y sus alrededores, con minuciosos detalles sobre cada estación del año, sobre tormentas y sequías, sobre nevadas, sobre cada rincón del lugar son magníficas, con una riqueza de vocabulario con la que el autor invita a vencer la pereza y a consultar el diccionario, porque se trata de un libro que conviene leer pausadamente.
A esto se añaden las breves consideraciones y reflexiones del narrador sobre la vida, el paso del tiempo, la historia…, entre las que cabe destacar el impactante final en torno al simbolismo de la nieve y del fuego. ¿Novela, ensayo, crónica?: hay un poco de todo y muy bien narrado.
