Cuarto libro que se traduce de la autora bielorrusa, premio Nobel de Literatura 2015 (ver Aceprensa, 20-01-2016). Publicado en la URSS en 1994, el libro provocó mucha polémica, pues está dedicado a los soldados muertos en la guerra de Afganistán, en la que se vio inmersa la URSS de 1979 a 1989 y que causó más de 50.000 bajas. Las víctimas soviéticas eran devueltas en ataúdes de zinc.
Como en sus otros libros publicados –Voces de Chernóbil, La guerra no tiene rostro de mujer y El fin del “Homo sovieticus”–, Alexiévich vuelve a hablar con cientos de personas que directa o indirectamente padecieron las consecuencias de la guerra. La “poética de la escucha” que emplea la Nobel hace que los entrevistados hablen y hablen, mientras ella selecciona los pasajes más genuinos y auténticos que atrapen de manera original una idea, una sensación, un sentimiento. Con habilidad y respeto, cede su voz a personas anónimas (soldados, madres, esposas e hijos de los militares fallecidos…) que aportan un punto de vista original y humano, ajeno a las restricciones políticas o militares que suele presentar el discurso oficial.
Muchos destacan las dolorosas consecuencias personales de su estancia en Afganistán y la fría incomprensión de sus allegados, y del país en general, por su participación en una guerra que resultó un fracaso político y militar. Estamos ante un espléndido y triste reportaje periodístico y literario que presenta una mirada coral, dura y distinta sobre la experiencia de la guerra.