Los novios está entre las mejores novelas que se han escrito. Es perfecta en el interés de la trama, en la documentación histórica, en la frescura de los personajes, en la soltura de los diálogos, en los cambios de ritmo, en los desenlaces, en la habilidad para penetrar los secretos de los corazones.
Alessandro Manzoni (1785-1873) escribió aquí la primera novela moderna, natural y naturalista, antes que Stendhal, aunque por poco, pues la primera versión de Los novios es de 1825. Es un mérito que no le ha sido reconocido fuera de Italia –y en ocasiones ni siquiera en Italia– por razones ideológicas. Para los católicos de la época, más proclives al integrismo, Manzoni era demasiado liberal; para los ambientes liberales, con frecuencia masónicos, Manzoni hacía lo que no debía hacerse nunca: presentar la fe religiosa de sus personajes, en especial de los protagonistas, Renzo y Lucia, como algo perfectamente ensamblado con la naturalidad, con la profundidad de espíritu, con la capacidad de tolerancia y de perdón. La síntesis que Manzoni hizo en su propia vida y en su obra de amor a la libertad y de sentido profundo de la fe, con ser algo nada complicado, no gustaba, quizá por ser una apología sencilla y clara de la creencia.
Manzoni, que es el autor con menos prejuicios del siglo XIX, en el que había tantos, ha conquistado lectores casi uno a uno, en personas que se acercan al libro y descubren, no una novela común, sino todo un mundo y toda una concepción del mundo. Manzoni no se fija principalmente en personajes de la nobleza o en gente importante, como aún ocurre en Stendhal, sino en gente común, en dos simples novios de pueblo.
Los novios es una novela que a veces entra de lleno en la tragedia, pero en la que nunca faltan ni el sentido del humor, ni el sentido del amor a las pequeñas cosas. Al fin y al cabo, en eso consiste la verdadera felicidad de los humildes.
Versión actualizada de la reseña publicada el 18-07-2001 sobre la edición de Rialp, 2001, del mismo traductor.