En el amplio panorama de literatura que se publica sobre temas de cambio climático el libro de Ruddiman puede considerarse una aportación muy significativa, con una magnífica síntesis sobre el estado actual de los conocimientos y enfoques originales del autor sobre la relación de la actividad humana con el clima del planeta. Ruddiman es un conocido climatólogo, que trabajó hasta su reciente jubilación en la Universidad de Virginia. Su propósito al escribir esta obra ha sido transmitir al gran público una visión global de las complejas interacciones entre los diversos factores que gobiernan el clima de la Tierra y la actividad humana.
La tesis principal del autor es que el impacto humano sobre el clima es mucho más significativo de lo que habitualmente se considera, ya que no se ciñe a los últimos doscientos años de producción industrial, sino que puede ya considerarse determinante desde la extensión masiva de la agricultura, a partir del Neolítico. Basándose en diversas investigaciones sobre placas de hielo y depósitos marinos, el autor reconstruye la historia climática de la Tierra en los últimos 450.000 años, evidenciándose los ciclos térmicos (hielo-deshielo), asociados principalmente a las variaciones de la órbita terrestre y, en consecuencia, de la radiación solar incidente sobre el planeta.
Paralelo a esas variaciones, también se alteran los gases de efecto invernadero, principalmente el CO2, que responde a ciclos asociados a la actividad vegetal y marina. Estos ciclos naturales se interrumpieron a partir de la extensa transformación de la vegetación natural de las latitudes templadas (principalmente en Asia y Europa) con la irrupción de la agricultura, hace entre 8.000 y 6.000 años. Esta transformación produjo las primeras emisiones significativas de CO2 a la atmósfera, fruto de la quema de los bosques y la menor absorción que realizan los cultivos, así como a las emisiones de metano asociadas a los cultivos regados (arroz en el Sureste asiático).
Esta transformación supuso alterar la tendencia natural hacia una nueva glaciación, que tendría que haber ocurrido paulatinamente desde hace unos 8.000 años, frenándose esta hace unos 3.000 años como consecuencia de la mayor densidad de gases de efecto invernadero. La tendencia se ha mantenido hasta fechas recientes, en las que se refuerza el calentamiento, aunque se observan históricamente altas y bajas en función -según el autor- de la variación demográfica del planeta. Por ejemplo, el autor relaciona la tendencia al enfriamiento que se produjo entre los siglos XIV y XVIII con las pandemias que se producen en esos siglos, asociadas principalmente a la expansión a otros continentes de enfermedades contagiosas, como la viruela, el sarampión, la gripe o la peste. Esta teoría del autor ha sido controvertida en los medios científicos, y en el propio libro se muestra lo sustancial de esa polémica.
Finalmente, Ruddiman no tiene dudas sobre el origen del calentamiento de las últimas décadas, estando claramente asociado a la quema masiva de combustibles fósiles, que se sitúan actualmente en niveles superiores a los registrados en el último millón de años de clima terrestre. A juicio del autor, el impacto del calentamiento todavía no es muy acusado por el efecto contrario que causan las emisiones de aerosoles industriales (que bloquean parte de la radiación solar incidente), y por la propia inercia del sistema climático, con factores que reaccionan temporalmente de modo muy diverso, algunos de ellos muy lentamente.
Aunque no es previsible que se fundan los casquetes glaciares de Groenlandia o la Antártida en los próximos siglos, el impacto de estas emisiones humanas tendrá consecuencias muy significativas sobre el clima terrestre, sobre la distribución de cultivos, ciclos de precipitación y sequías, pero muchas de las posibles consecuencias todavía se conocen poco.
Culmina el libro con dos capítulos sobre los aspectos políticos y económicos de la polémica sobre cambio climático. El autor procura situarse en un punto de equilibrio frente a los dos extremos de la polémica, los que denomina el autor grupos “industriales” y “ecologistas”. En ambos casos se producen afirmaciones excesivamente simples y un enconamiento de posturas que no se corresponde con la esencia del debate científico.
Está de acuerdo Ruddiman con los conocimientos científicos que sustentan la existencia del cambio climático, pero tiene sus dudas sobre la importancia de sus impactos y, por tanto, sobre la magnitud y urgencia de las medidas a tomar. Para el autor, no se trata del principal problema ambiental del planeta, ya que hay otros elementos de deterioro mucho más evidentes y significativos, como la disponibilidad de agua potable o energía razonablemente barata (ambas con una expectativa muy corta), el deterioro de los suelos o la transformación de los espacios forestales. Tampoco está de acuerdo con que “cualquier tiempo pasado fue mejor”, y critica el supuesto estado de equilibrio natural con el entorno de muchas poblaciones indígenas.
En resumen, el libro será provechoso para cualquier lector con una formación científica básica, pues se explican conceptos bastante complejos de una forma sencilla y atractiva. Esta obra puede ayudar al público a tener una visión más completa del estado de la cuestión, si bien el autor mezcla algunos conocimientos más claramente aceptados con otros más controvertidos que parten de sus propias hipótesis.