Muchnik. Barcelona (1993). 112 págs. 1.200 ptas.
Después de que Spanbauer (Idaho, 1946) se diera a conocer con El hombre que se enamoró de la luna (1992), se publica ahora su anterior y primera obra, Lugares remotos. Ambas son novelas brutales, pero si en El hombre… la sexualidad era tema nuclear, en esta última no es sino un apunte intrascendente para el desarrollo de la trama.
El libro recoge el doloroso proceso de madurez de un niño de 13 años, Jake -el narrador de la historia-, que es testigo de un asesinato que marcará su existencia. Y como una cosa lleva a la otra, según la máxima vital de la madre de Jake, será testigo de nuevos actos criminales, del enfrenta-miento entre sus padres, de la tiranía de un hombre rico rodeado de perros infernales, etc. Salvo Jake y su madre, que parecen entrenados para una existencia honrada, el resto de personajes se mueve por resortes ciegos y sanguinarios.
Aunque la sinopsis de la novela pudiera inducir a pensar que se trata de un relato casi policiaco, no lo es en absoluto. El elemento policiaco es mar-ginal en la novela. De hecho, el nudo argumental tiene tanta o menor entidad que las referencias a elementos ambientales o a la religión católica en la que ha sido educado el niño. La ingenuidad y la intensidad lírica de algunas de estas referencias contrastan vivamente con la violencia de la trama argumental. En este equilibrio se encuentra, a mi entender, el acierto de la novela.
No resulta difícil rastrear en la escritura de Tom Spanbauer la huella de autores como Hemingway, García Márquez o Faulkner. Así lo parece indicar la visión del mundo que nos ofrece o la fuerza narrativa de sus páginas. Con todo, la recreación de su universo narrativo adquiere tintes muy personales.
Begoña Lozano Carbayo