Plaza & Janés. Barcelona (1999). 330 págs. 2.950 ptas.
Rosa Regás (Barcelona, 1933) da vida en esta novela a una familia de la alta burguesía catalana, vista a través de los ojos de una narradora infantil. La protagonista y sus tres hermanos, evacuados durante la Guerra Civil, regresan en 1939 a Barcelona. Como sus padres, de filiación republicana, permanecen en el exilio y están además separados, los niños van a vivir con el abuelo paterno, que les acoge con frialdad. Aunque de carácter confesadamente autobiográfico, este libro, más testimonio que ficción, refleja no sólo la intimidad de la protagonista, sino la de toda su familia e incluso la de los miembros de una servidumbre bastante numerosa.
En primera persona, la protagonista evoca su infancia con un distanciamiento que aleja el riesgo de excesos sentimentales. Rosa Regàs engloba a los personajes en lo que aparece como una tragedia colectiva intergeneracional, representativa del malestar de una sociedad afectada de carencias materiales pero, sobre todo, herida en el espíritu. El estilo irónico y seco acentúa de modo muy eficaz el tono frío y, por ello, más aplastante de la historia narrada. El origen del sufrimiento de pequeños y mayores se atribuye no tanto a las circunstancias políticas de la época -años cuarenta-, responsables de la situación sólo de modo indirecto. El abuelo, intransigente, tiránico y falsamente devoto, es quien aparece como responsable directo de hacer huérfanos a sus nietos sin serlo. Su religiosidad hipócrita, que le lleva a rodearse de sacerdotes y frailes, a favor de los cuales desheredará a sus descendientres al morir en 1965, da una triste imagen de los católicos practicantes, lo mismo que su conducta proporciona una sarcástica visión de la familia tradicional.
Pilar de Cecilia