Mal que bien

Mal que bien

Rialp.

Madrid (2019).

95 págs.

12 €.


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GÉNERO

El quinto poemario del autor se publica nueve años después que el anterior, Con el tiempo. La poesía de Enrique García-Máiquez, nacido en Murcia en 1969, pero afincado desde la infancia en El Puerto de Santa María, se nutre de la realidad cotidiana: la familia, el trabajo, los amigos, las lecturas, los lugares en que se desenvuelve, la escritura… y tiene buenas dosis de ironía, de humor, pero también de ternura.

El poemario se estructura en siete partes, precedidas de un poema introductorio, a modo de declaración de intenciones. Cada parte, a su vez, consta de siete poemas: en “Ten piedad, tiempo”, trata de la fugacidad del presente –un tema constante en la poesía universal–, pero con más ironía que dolor o melancolía (“Pero en verdad no cumplo más que años”). En “Hasta pronto”, el motivo es la muerte –la de personas concretas y queridas–, de nuevo con una mezcla de humor y de ternura, y con la esperanza firme en la resurrección (“Tienes que ser eterno porque sí / porque se nace siéndolo”). En “Cuerpos gloriosos”, el asunto es la creación poética. En “Monogamia”, el amor conyugal y cuenta con algunos de los mejores poemas del libro, como “Éxtasis” o “Pleamar”. En “Su rostro en mi espalda”, trae algunos recuerdos de la infancia, unidos a la fe vivida. En “Al alimón”, los protagonistas son los hijos del poeta (“Tú, ratón Pérez, / llévate así su infancia, / muy poco a poco”). En la última parte, “En realidad”, aflora la gratitud por la vida, la belleza, lo bueno… El libro se concluye con el poema “Bendición”.

Aunque el autor se manifiesta alejado de un tipo de poesía que podríamos calificar de intelectual y sofisticada, hay que matizarlo, puesto que García-Máiquez es un buen conocedor de la literatura clásica y contemporánea, traductor de escritores como Shakespeare, Chesterton o el brasileño Mario Quintana, buen lector y con honda formación humanística, que encuentra belleza y sentido en lo concreto (“–la purpurina– es / una noche estrellada”, nos dice en un poema sobre los juegos infantiles), y escribe con un tono cordial, lúcido, usando recursos muy variados, desde poemas muy breves con ecos populares o coloquiales, a otros más densos y con un ritmo ágil.

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