Marinero raso

TÍTULO ORIGINALThe Ordinary Seaman

GÉNERO

Anagrama. Barcelona (1998). 447 págs. 2.900 ptas. Traducción: Javier Calzada.

Esta novela presenta una situación de pesadilla kafkiana, cuyo desarrollo da lugar a un relato que es, a la vez, una aventura y una parábola existencial. El protagonista es un joven nicaragüense que, tras un tiempo en las filas del ejército sandinista, acepta una oferta de trabajo como marinero raso en un barco mercante de bandera panameña, anclado en Nueva York. Al llegar al muelle, junto con otros tripulantes de procedencia hispanoamericana como él, descubren que la nave, en pésimo estado, necesitará numerosas reparaciones antes de poder navegar. Los días pasan, las explicaciones del capitán son cada vez menos convincentes, no llega el material necesario para trabajar y tampoco dinero para pagar los salarios. Poco a poco, los marineros se van desmoralizando al sentirse abandonados al borde mismo de un país, Estados Unidos, cuyo suelo no pueden legalmente pisar, y rodeados de dos enemigos: las ratas y la delincuencia portuaria.

En el universo cerrado en el que vegetan estos personajes, Goldman -nacido en 1957 en Guatemala y educado en Boston- simboliza el extrañamiento de identidad de muchos hispanoamericanos de hoy ante el vecino poderoso de habla inglesa. Sin embargo, en este planteamiento ha sabido evitar el melodrama. El sufrimiento de unas vidas varadas, no sólo física sino moralmente, se contrapesa con la amistad que reina en las ruinosas cabinas del barco y la solidaridad que ofrecen los hispanos de Nueva York, a los que la necesidad ha enseñado a moverse ágilmente entre la ley y la clandestinidad.

Encrucijada de muchas historias, fundidas con habilidad en una sola, es ésta una novela dura y opresiva. Pero no resulta deprimente, gracias al vitalismo que la impregna y al fondo de intriga que el autor imprime a la acción. El vivir, entendido aquí como una navegación, a veces sin rumbo predeterminado, tiene siempre mucho de emoción y de lucha, antes que de resignada aceptación del engaño o la violencia.

Este impulso vital, capaz de superar cualquier obstáculo, se manifiesta de modo continuo, no como una esperanza moral, sino más bien como un instinto de supervivencia en el que también cuenta mucho la pulsión sexual, como queda de manifiesto en episodios eróticos bastante explícitos.

Pilar de Cecilia

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