Las revoluciones cultural, sexual y feminista que comenzaron en torno a los años 70 han logrado sus objetivos: una profunda transformación de la mentalidad y las costumbres en Occidente, de modo que hoy resultan aceptadas e implantadas en la eduación, el lenguaje, las leyes y los estilos de vida las parejas homosexuales, la despenalización del aborto, las relaciones sexuales a temprana edad, y otros muchas “conquistas” de este tipo en relación a la llamada salud reproductiva y salud sexual.
Margaret Peeters, periodista neoyorquina especializada en organizaciones internacionales, ofrece un análisis de estas revoluciones y, muestra cómo se han llevado a cabo, tanto a nivel institucional –a través de la ONU y de sus Conferencias de El Cairo 1994 y de Pekín, 1995, principalmente– como a través de la gente, de personas normales que se sienten involucradas en defender y conseguir implantar estos objetivos que consideran beneficiosos desde elpunto de vista social, medioambiental y económico.
Peeters explica detenidamente el contenido de estas revoluciones, ofreciendo antes una breve historia en la que aparecen Marcuse, Kinsey, Freud, Simone de Beauvoir y otras feministas radicales. La revolución cultural se inscribe en la posmodernidad, la cual ha construido un nuevo lenguaje de semántica nebulosa en el que se exalta la libertad individual absoluta y el hedonismo a través nuevos conceptos que conforman el lenguaje políticamente correcto: desarrollo sostenible, igualdad de género, consenso, educación para la paz, salud y derechos sexuales y reproductivos.
Estos conceptos y otros muchos configuran la nueva mentalidad y desechan o deconstruyen otros como verdad, familia, esposos, sacrificio, moralidad, ley. Además, han logrado constituirse como derechos en prácticamente todos los países occidentales.
Es lo que Peeters llama también revolución de los derechos, en la que éstos se vinculan a la elección individual omnímoda y no a una naturaleza humana estable. Pero bajo esos derechos se esconde una nueva ética, que se filtra en los organismos internacionales y exige a gobiernos e instituciones que se sometan a sus principios.
La construcción de consensos de estos ingenieros sociales se ha conseguido a través de una revolución horizontal, de la participación de la base, de la educación informal y entre iguales, abandonando las antiguas políticas jerárquicas con sus principios de autoridad, paternalistas, agresivos y autoritarios por otros más participativos, equitativos, democráticos y duraderos.
Marguerite A. Peeters ha fundado el Instituto Dialogue Dynamics en Bruselas y no es partidaria de una teoría de la conspiración por la cual una minoría tiene un plan establecido para hacerse con el poder mundial. Más bien considera que la deconstrucción cultural mundial es el fruto de un proceso de secularización largo y complejo en el que se ha sustituido la moral judeocristiana por los nuevos valores que detalla y examina en Marion-ética.