Hay muchos ensayos dedicados a los que buscan pareja; también a los que ya están a punto de casarse. Y otros pensados para afrontar las crisis que, pasados los años, pueden hacer que se tambaleen los cimientos de la familia. Más que juntos es, sin embargo, casi como un vademécum, dirigido especialmente a quienes, tras la boda, abren la puerta de su hogar de recién casados y se preguntan: “Y ahora, ¿qué?”.
Las autoras –que tienen experiencia profesional, pero también ese sexto sentido que nace de su condición de madres y esposas– conciben el matrimonio como una aventura y un camino de crecimiento, y no como un punto de llegada. Más importante aún: piensan que la pareja ha de casarse para disfrutar, para apasionarse, para ser feliz en la entrega.
De ahí la importancia de la flexibilidad en los primeros momentos, pues cada uno de los cónyuges se ha de acomodar a los ritmos, a la personalidad, a la libertad del otro. En eso consiste el matrimonio: en una continua y alegre adaptación, en un gozoso acompasamiento.
Marido y mujer forman un equipo y, como tal, han de interpretar los roces –los contratiempos y los enfados– como oportunidades para madurar, y no como dramas insuperables. Como toda vocación –y el matrimonio lo es–, en la vida en pareja uno conoce cada vez más al otro, pero también inicia un viaje de autodescubrimiento.
Tal vez el secreto del éxito no sea tanto perdonar, hablar o respetarse como la actitud que subyace a estos últimos extremos: el ir poco a poco cesando de conjugar el yo para empezar a articular el nosotros. El cónyuge no es un aliado, un amigo, un compañero, sino, sobre todo, un mismo yo. En el matrimonio el objetivo es “sentirse vivido”, como decía Salinas. Vivir doblemente, en definitiva.
Más que juntos es un libro concreto, con consejos y recomendaciones para cada una de las escalas del viaje matrimonial: la sexualidad, la procreación, la familia política, la espiritualidad, el dinero. Está escrito con ese optimismo que destila la vida en familia, en la que hasta la discusión más pequeña es buena porque constituye un motivo de encuentro, la puerta que, de nuevo, exige que dejemos atrás el yo para abrirnos al nosotros.
Muchas de las cosas que Lucía Martínez Alcalde y María Álvarez de las Asturias explican se saben, pero las recuerdan con tal entusiasmo que no se ven manidas, sino radiantes y nuevas. Es este, pues, un ensayo para tener en la mesilla de noche, para leerlo en pareja y comentarlo, para recurrir a él cuando se precise renovar el amor o redescubrir que este puede crecer si se aplica voluntad y esfuerzo.
Un comentario