Losada. Madrid (2005). 480 págs. 29 €. Traducción: Illana Giner Comín.
Hans Jonas (1903-1993) adquirió fama internacional con motivo de la publicación, en 1979, de su libro «El principio de responsabilidad». Jonas llamó la atención sobre la necesidad ética de asumir la responsabilidad por las acciones del hombre, deber acentuado por las repercusiones de los avances científico-técnicos.
Al final de su vida aplicó sus primeras intuiciones a la biomedicina («Técnica, medicina y ética», ver Aceprensa 136/97). Por todo ello, Jonas es un referente para la filosofía práctica actual.
Sin embargo, lo interesante de estas memorias no es solo la trayectoria intelectual de un autor. Estas páginas son un compendio de las biografías de muchos intelectuales que, como Jonas, protagonizaron una de las etapas filosóficas más importantes del siglo XX. La mayoría de ellos fueron judíos entusiasmados con el sionismo en los años treinta, mentes brillantes que bebieron directamente de las fuentes filosóficas más decisivas de la época -en Friburgo, de Husserl; en Marburgo, con Heidegger o Jaspers-. Jonas narra su exilio y las primeras penurias y cómo en EE.UU sobrevivieron los lazos de amistad con sus compañeros de fatigas (con Hannah Arendt, con Leo Strauss).
Pero a esa coincidencia biográfica hay que sumar la intelectual. Como consecuencia del totalitarismo nazi, todos ellos, de una manera u otra, reclamaron la recuperación de una filosofía práctica de tradición clásica que superara los reduccionismos positivistas y relativistas. Esto determinó el renacimiento de la ética como parte indiscutible de cualquier labor filosófica.
Para quien no esté familiarizado con la obra de Jonas, este libro es una buena introducción a su filosofía. En cualquier caso, como documento histórico no tiene desperdicio. A modo de apéndice se incluye una selección de cartas filosóficas que Jonas escribió a su esposa desde las trincheras de la II Guerra Mundial, en la que participó con una brigada de voluntarios judíos; son algo difíciles de entender, pero enormemente sugestivas.
Josemaría Carabante