Biblioteca Aragonesa de Cultura. Institución Fernando el Católico. Zaragoza (2003). 191 págs. 12 €.
El profesor Orlandis llegó a Zaragoza en 1945 para hacerse cargo de la cátedra de Historia del Derecho, y en esa ciudad residió hasta el retorno a su Mallorca natal, en 1993. En este nuevo libro nos ofrece sus recuerdos de esos largos años en los que fue testigo directo de la vida de Zaragoza y Aragón. La Universidad, y en particular la Facultad de Derecho, era el escenario habitual de su existencia cotidiana, en estrecha convivencia con un plantel de ilustres maestros. Los recuerdos de esa experiencia llenan, como es lógico, muchas páginas de Memorias de medio siglo en Aragón.
Pero la Universidad era, además, un observatorio privilegiado para seguir de cerca la vida de la región en un periodo histórico denso en acontecimientos y en transformaciones políticas, ideológicas y culturales. Esos años de Zaragoza fueron también el marco de una relación epistolar que encierra un alto valor, tanto en el plano científico como en el afectivo, y que conserva una considerable importancia como documento histórico. Se trata de un conjunto de cartas que el profesor Orlandis recibió a lo largo de tres lustros del profesor Sánchez Albornoz, que residía en Buenos Aires.
Por su condición de sacerdote del Opus Dei, José Orlandis aporta también un testimonio de primera mano sobre los primeros tiempos de la Prelatura en Aragón, y las gentes aragonesas que contribuyeron a extender su labor apostólica por el mundo. Zaragoza fue escenario de la juventud de San Josemaría Escrivá, desde su incorporación al Seminario diocesano, en 1920, hasta su traslado a Madrid en 1925. Esta circunstancia explica, a juicio del autor, la atracción que la ciudad ejerció siempre en el fundador del Opus Dei. La visitó muchas veces, aunque sus estancias fueran, de ordinario, muy cortas. Y en varias de esas visitas, Orlandis fue testigo privilegiado. En las páginas del libro desgrana también la impronta marcada por Aragón en la personalidad del último santo de esta tierra.
José Ramón Garitagoitia