Plaza & Janés. Barcelona (2003). 219 págs. 19,50 €.
En estas memorias la escritora Isabel Allende (1942) evoca sus años de juventud en función de sus dos grandes ejes vitales: el amor a su país natal, Chile, y su pasión por la escritura. En la última página, Allende afirma: «Soy escritora porque nací con buen oído para las historias». Esta frase, muy cierta, define su personalidad narrativa, que se nutre de dar vida, de distinta forma, siempre a los mismos ambientes, los de Santiago, y a personajes extraídos una y otra vez del entorno de familiares y amigos. Su estilo es ágil y entretenido, más que lo que cuenta, que a sus lectores asiduos les sonará a muy conocido.
La ambientación resulta muy sugestiva, y lo mismo la mezcla de progresismo político, militancia feminista, críticas a la Iglesia católica y permisivismo moral, que exhibe como señas de identidad de mujer liberada. Con lo que ella misma define como «invencible frivolidad», compagina su rechazo al capitalismo americano y sus simpatías marxistas con el hecho de ser actualmente ciudadana de los EE.UU. y vivir en San Francisco en una casa nada proletaria. Quizá confíe en que, al mostrarse simpática, no se aprecie tanto la falta de coherencia de sus actitudes vitales y su forma parcial e interesada de reflejarlas, buscando ante todo el impacto comercial.
Pilar de Cecilia