Alfaguara. Madrid (1999). 425 págs. 2.800 ptas. Traducción: Miguel Sáenz.
La concesión del premio Nobel de Literatura a Günter Grass ha coincidido en España con la entrega al escritor alemán del premio Príncipe de Asturias y la publicación de su último libro, Mi siglo, muy en sintonía con una trayectoria literaria larga y densa en la que sobresalen de manera especial dos novelas, El tambor de hojalata (ver servicio 91/78) y El rodaballo (ver servicio 195/80). Después, Günter Grass (Gdansk, 1927) ha combinado su dedicación a la literatura con su polémica participación en la vida política alemana. De hecho, mientras que en el extranjero Grass, aunque escritor minoritario, tiene fama de literato comprometido (calificativo de resonancias positivas con el que, pomposamente, se quiere destacar su vinculación con la ideología de la izquierda), en Alemania se le considera un aguafiestas por sus opiniones políticas, que le han llevado, por ejemplo, y como ha escrito en su anterior libro Es cuento largo (1997), a criticar de manera despiadada el proceso de reunificación alemana.
Para Grass, una de las misiones de la literatura, como hicieron también el resto de los integrantes del Grupo 47, es revivir críticamente el pasado para que no caiga en el olvido. Es lo que intentó en su novela más importante, El tambor de hojalata (1959), donde, con el telón de fondo de la vida de un niño que decide a los tres años dejar de crecer para no formar parte del mundo de los adultos, describe desde dentro la sociedad alemana que fue capaz de asimilar, sin muchos traumas, una espiral de violencia y racismo que acabó por provocar su autodestrucción.
Las novelas de Grass exigen del lector atención y esfuerzo sostenido, y no sólo por el abultado número de páginas, sino también por la complicada y personalísima manera de narrar, las abundantes digresiones, el riesgo del experimentalismo y las innumerables referencias a la vida y la historia alemana. En sus últimas obras, además, el peso del mensaje político ahoga el desarrollo narrativo, provocando un conflicto de intereses entre la forma y el contenido.
Mi siglo, por su estructura y contenido, es uno de los libros más asequibles de Grass. En cien breves relatos, que ocupan apenas cuatro páginas cada uno, año a año, Grass elige algún episodio para, de manera metonímica, mostrar el discurrir del siglo XX, un siglo marcado por la guerra y sus consecuencias. Pero su intención no es hacer una historia del siglo XX, ni siquiera narrar los hechos más significativos de este siglo, sino retratar, desde su punto de vista -de ahí el título, Mi siglo- la vida política, social, económica y cotidiana, algo así como la intrahistoria cotidiana y personal de su Alemania. El narrador elegido no es siempre el mismo. Grass cambia constantemente de perspectiva, aunque, como se dice en las primeras líneas de este libro, «Yo, intercambiado conmigo, estuve presente año tras año. No siempre en primera línea, porque, como allí había guerra todo el tiempo, nos gustaba quedarnos en retaguardia».
Hay, no obstante, algunos obstáculos evidentes en un libro de una estructura tan singular: los numerosos relatos funcionan como leves fotografías, con lo que apenas se profundiza en los hechos; el ritmo es repetitivo; la mayoría de las escenas están ambientadas en Alemania y cuentan historias muy alemanas; abundan, también, las referencias personales, a veces difíciles de encajar…
No oculta Grass sus opiniones políticas, muy visibles en varios de estos relatos. Pero en esta ocasión están justificadas, pues lo que hace Grass es explicarnos, en clave literaria, su interpretación, crítica, humana, y también sociológica, de este turbulento siglo XX.
Adolfo Torrecilla