Juan Manuel de Prada (1970) ambientó su anterior novela, Me hallará la muerte en la posguerra española y en la campaña de la División Azul en la URSS. Su nueva novela, mucho más histórica, está inspirada en las aventuras y desventuras de los “últimos de Filipinas”.
Morir bajo tu cielo abarca los años finales del siglo XIX, cuando España pierde su últimas colonias en Cuba y Filipinas y se extiende en la península un pesimismo y una generalizada actitud crítica hacia la política que dan origen a la Generación del 98. Lo sucedido en Filipinas es por ello también una buena metáfora de la situación agónica en la que se encontraba aquella España.
La novela se centra en la resistencia, en la localidad filipina de Baler, de un pequeño destacamento de soldados españoles, recluidos en una iglesia ante el asedio de los insurrectos. Como escribe el autor en una nota final, los hechos están inspirados en la realidad, tanto en los testimonios de algunos de los militares que los vivieron como en los libros de historiadores que los han investigado.
Los principales protagonistas son este grupo de soldados al mando del capitán Las Morenas y el teniente Martín Cerezo. Junto a ellos, sor Lucía, una hermana de la Caridad que decide unir su futuro al de los habitantes de Baler, donde ejerce su labor religiosa y humanitaria; y fray Cándido, un fraile campechano que decide compartir su vida con las tropas españolas. Pero la obra, y este es uno de sus grandes aciertos, no cae en un fácil maniqueísmo, pues también se destaca positivamente el carácter de algunos filipinos, como Teodorico Novicio, el artífice del asedio en Baler. Otros personajes destacados son la joven Guicay, hija de padre español y de madre filipina, y un personaje sobre el que el autor carga las tintas más negativas, el holandés Rutger Van Houten, traficante de armas. Cada uno de estos personajes tiene su historia personal, con sus grandezas y miserias.
La novela es larga y el autor aborda con morosidad las vidas de los personajes y las relaciones entre ellos. A la vez, sitúa estos hechos en el devenir de la guerra en Filipinas. Hay referencias a la política, la historia y hasta la literatura filipina, donde se destaca la obra de José Rizal, escritor que se convirtió en un icono para los revolucionarios tagalos. Prada introduce numerosos diálogos sobre los errores de los políticos y militares españoles en la administración de las colonias, digresiones sobre la religión, los valores patrióticos, el destino de España, el imperialismo yanqui, etc.
El aspecto más espinoso de la novela es, otra vez, el estilo. Prada sigue apegado al uso barroquizante de la lengua, con una selección de sustantivos en desuso y una adjetivación exuberante que él parece haber adoptado como su principal seña de identidad estilística. Con demasiada insistencia, Prada resalta con mucho detalle los aspectos más lascivos y degradantes de algunos personajes.
Vuelven a repetirse los aciertos de la literatura de Prada y también las sombras que pueden empañar su propuesta. Un poco de contención en los objetivos narrativos, temáticos e históricos hubiese repercutido positivamente en el resultado final de esta ambiciosa novela.