Este ensayo nace de una experiencia muy común: el móvil suena en medio de la noche, y su dueño siente inmediatamente la necesidad de mirar el mensaje de trabajo y dar una respuesta inmediata. La llamada, el aparato que la transmite, la disposición a responder y la respuesta constituyen los fenómenos que el filósofo italiano Maurizio Ferraris estudia en este libro.
Ferraris desglosa su reflexión sobre el homo cellularis en varios niveles: tecnológico, económico, social y antropológico. Con un juego de palabras, el autor define el dispositivo con la sigla ARMI (Aparato de Registro y Movilización de la Intencionalidad), que da cuenta de su doble filo: la tendencia humana a registrar la información, base de la legislación y la cultura, alcanza niveles insospechados de datos, generados inconscientemente por los usuarios; pero también permite que su información personal quede registrada con bastante exhaustividad, disponible para cualquier uso. En cierto sentido, nos encontramos ante una nueva versión del panóptico ideado por Jeremy Bentham: podemos ser observados en cualquier momento, sin que nosotros sepamos quién y cómo nos observa.
La cuestión más importante para Ferraris no está en el dispositivo electrónico que se ha vuelto prácticamente inseparable de cada individuo, puesto que la tecnología existe desde los albores mismos de la humanidad, que siempre la ha puesto al servicio de sus intereses. Es el aparato en cuanto sistema, porque hace que nos interpele el sonido del móvil y que tengamos necesidad de responder. El registro de la información de cada usuario se convierte en el centro de un juego de intereses: para hacer ofertas “personalizadas” que aumenten el consumo, o para poner en marcha movimientos políticos y sociales al margen de las autoridades o los partidos.
Esto relaciona al aparato, como realidad estructurante y estructurada, con la sociedad. Con gran capacidad de síntesis, Ferraris recuerda las diferentes teorías sociales según las cuales el aparato crea la sociedad. El autor disiente y señala que, al contrario, lo propio de la sociedad es el concepto de emergencia: una realidad que nace del propio ser humano de forma natural, y que se configura en un segundo momento. Según el profesor turinés, el fenómeno de Internet es la mejor muestra del principio de emergencia: nació con fines militares, y nadie previó de antemano su extensión al trabajo y a las relaciones sociales en la forma; del mismo modo, tampoco los diseñadores de los primeros dispositivos móviles adivinaron que la función telefónica pudiera ser solo una función entre las muchas que el móvil hacía posibles.
Quizá lo más interesante de las aportaciones de Ferraris sea su distancia respecto a los tonos dramáticos y trágicos, aquellos que conducen a preconizar el fin de la humanidad y las humanidades como consecuencia del predominio de la tecnología. Por el contrario, su propuesta es un canto en defensa de las humanidades. Como han señalado otros, puede que la abundancia y hasta exceso de información de dudosa relevancia empobrezca la capacidad de encuentro y reflexión, de las que han nacido los grandes logros de la civilización. A la vez, sin embargo, los medios para la adquisición de cultura (principalmente la escritura, pero también las artes visuales) son más accesibles que nunca. Si aprovechamos la oportunidad, y particularmente si lo hacen instituciones como la universidad, para buscar y difundir el saber, nos encontramos ante una revolución potente y muy beneficiosa. La elección está en nuestras manos.