Cuando Nelson Mandela se presentó a las primeras elecciones libres de Sudáfrica, en 1994, no toda la población negra podía identificarlo. Además de que el 75% de los votantes no habían ejercido jamás el sufragio, muchos solo tenían algunas nociones del candidato al que querían apoyar. Para unos era “el chico que venía de la cárcel”; para otros, “el anciano”…
Así lo cuenta Javier Fariñas en su biografía del luchador y estadista sudafricano que este 18 de julio cumpliría 100 años, y que pasó casi un tercio de su vida tras los barrotes por enfrentarse al oprobioso régimen de segregación racial que imperaba en su país. Un “chico”, en efecto, fue el que ingresó en 1964 en un duro penal ubicando en un islote frente a la Ciudad del Cabo, y un mokgalabje, un anciano, el que ganó su libertad en 1990.
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