No más apuestas

No más apuestas

EDITORIAL

TÍTULO ORIGINALRien ne va plus

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNBarcelona (2024)

Nº PÁGINAS304 págs.

PRECIO PAPEL19,95 €

PRECIO DIGITAL10,44 €

TRADUCCIÓN

Octava entrega de Antonio Manzini sobre el subjefe de policía Rocco Schiavone, uno de los personajes más queridos por los amantes del noir italiano, en la estela del comisario Montalbano, de Andrea Camilleri.

El valle de Aosta, en los Alpes, vuelve a ser el escenario de una trama que, tras recapitular a grandes rasgos el expediente del protagonista, vuelve sobre su último caso: el asesinato de un inspector de casino jubilado que sabía demasiadas cosas, Romano Favre, quien ya había comparecido en el anterior título de la saga, Hagan juego. Vale la pena, pues, leer las dos novelas seguidas, aunque el argumento de No más apuestas se siga bien sin su precedente. La desaparición de un furgón blindado cargado de dinero, el hallazgo de su conductor, malherido, y más tarde de su compañero, muerto, completan un puzle que, finalmente, se resolverá en una ensalada de tiros.

Lo mejor de este ciclo son los personajes, y en particular Rocco Schiavone, un urbanita trasplantado a la fría región de Aosta que vela por una perra, Loba; por una madre ludópata, Cecilia, y por el hijo quinceañero de esta, Gabriele, mientras mantiene una relación sin mayores compromisos con una mujer casada y sigue enamorado de su esposa, asesinada por un maleante y con la que habla en su imaginación.

Rocco es un tipo seductor, directo, deslenguado y, sobre todo, un sabueso perspicaz que no siempre se atiene a las reglas. Sabe lo que debe hacer, y no le importa apuntar alto, caiga quien caiga. A lo largo de su investigación, reaparecerán algunos fantasmas de su pasado, lo que añadirá más presión a su trabajo.

No más apuestas es una novela vertiginosa, entretenida y con estimables dosis de humor (el retrato que hace Brizio, un amigo de Rocco, de la ciudad de Roma es desopilante). Hay en los diálogos una jocosa ironía y una cultura más callejera que libresca, que abunda en verdades de andar por casa y lecciones universales.

Al final, Manzini –o, más bien, su creación, Schiavone– no se limita a poner rostro a un culpable, sino que muestra la magnitud del mal en una sociedad de granujas, codiciosa y arribista, que, pese a localizarse en el norte de Italia, un país en el que “no existe la meritocracia”, no entiende de fronteras.

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