En No se lo digas a Alfred, publicada en 1960, regresa Mitford a los personajes y al ambiente de sus primeras y más conocidas novelas, A la caza del amor (1945) y Amor en clima frío (1949), aunque como La bendición (1951), ésta también transcurre en Francia. Fanny, la narradora de las dos primeras novelas, retoma el protagonismo y, con ello, su sarcástico punto de vista sobre todo lo que le rodea. Alfred, su marido, abandona el puesto de profesor en Oxford porque ha sido nombrado embajador en París. El cambio supone una transformación en sus hábitos de vida, pues ahora Fanny deberá ocuparse del protocolo, los cócteles, las cenas y los dimes y diretes del mundo diplomático. La descripción de estos personajes, sus manías, las relaciones sociales es, con diferencia, lo mejor de la novela, pues ahí es donde Mitford sabe sacar más partido a su chispeante prosa.
Mientras su marido se ocupa de los grandes asuntos políticos, con las sempiternas peleas entre franceses e ingleses, Fanny debe organizar el trabajo de la embajada. Para ello cuenta con la ayuda de su fiel Philip, una de sus grandes invenciones, un personaje que conoce mejor que nadie los pormenores de la vida parisina y sus protagonistas, y que maneja una lengua mordaz, ácida y muy viva. Los diálogos entre Fanny, Philip y Northey, la secretaria personal de Fanny, no tienen desperdicio.
La novela cuenta, por un lado, el proceso de adaptación de Alfred y Fanny a sus nuevas ocupaciones y, por otro, la relación del matrimonio con sus hijos, que aparecen y desaparecen en la novela. Todos se enfrentan al modo de vida de sus padres. Los dos mayores, David y Basil, con buena formación, rechazan el mundo y han elegido otros caminos que reflejan también los cambios sociales que se están dando en Europa a finales de los años 60. Basil trabaja de agente de viajes turísticos, y traslada a sus clientes británicos especialmente a España; David, por su parte, ha sentido la llamada de la religión zen y quiere emprender un viaje hasta China. Los más jóvenes han decidido escaparse de Eton y convertirse en socios de un cantante de rock. Mitford describe estos enfrentamientos generacionales con bastante humor.
Una vez más, Nancy Mitford (1904-1973), la primogénita del barón de Redesdale, maneja un estilo muy rápido, electrizante, con sutiles e ingeniosos comentarios. También resulta un acierto el papel de algunos personajes, como Northey, Philip y el tío Davie. Como en las anteriores novelas, Mitford retrata con ironía la decadencia de un mundo que se resquebraja y que ella conoce muy bien.