Alfaguara. Madrid (2006). 523 págs. 19,50 €.
«En busca de Klingsor» (ver Aceprensa 94/99) mereció en 1999 el Premio Biblioteca Breve y situó a Volpi a la cabeza del llamado grupo del «crack», formado por jóvenes escritores mexicanos. Se trataba de una novela ambiciosa, que integraba investigación histórica e intriga y reunía sólidos personajes y estilo de calidad. «El fin de la locura» (ver Aceprensa 122/03) no estuvo a la altura de las expectativas. La trama no terminaba de sostenerse y el desquiciamiento sexual de algunos personajes resultaba grotesco y aburrido. Con «No será la tierra» cierra una especie de trilogía sombría del siglo XX: es esta ocasión ha trabajado más pero el resultado vuelve a quedar por debajo.
La historia tiene un problema importante de falta de proporción. Cada uno de los tres personajes principales y sus entornos podrían haber desarrollado solos una novela. Tres mujeres muy capacitadas intelectualmente para la ciencia (biología, informática y economía) se enfrentan a retos profesionales de primera línea: reconstrucción de países enteros en varios continentes, el proyecto Genoma Humano, las investigaciones de la guerra bacteriológica, el Proyecto americano de Defensa Estratégica en el espacio, etc. Todo sucede básicamente en Estados Unidos y Rusia, y se abarca todo el siglo XX. A las tres mujeres las rodean hijos, maridos, amantes y padres, y todo ello da entrada a más historias y temas.
Cabe empezar a pensar que a Volpi no le interesa realmente escribir novelas; le interesa analizar la historia y la sociedad, narrar hechos de ciencia, mostrar los límites de la derecha y los errores de la izquierda. Para ello inventa personajes aquí y allá, que nunca están por encima de los hechos que viven, los relaciona de alguna manera y escribe al final «fin de la novela». Mediada la historia el interés por los personajes deja de sostener el de la lectura, y sólo queda la curiosidad por el documento: entre tantos temas, y además bien descritos, siempre hay alguno que interesa. Hay que pasar por la erudición tecnológica del mexicano y por las peripecias del desquiciado sexual de turno, marca de la casa.
Con todo, hay páginas brillantes y escenas llenas de vigor (como las que narran la muerte de Stalin o el efecto de la poesía de Ajmátova en la hija de una de las protagonistas). Llama la atención la insistencia peregrina en el protagonismo de la biología en las relaciones sentimentales, algo que hace dudar de la lucidez que exhibe Volpi en otros momentos. Sus personajes son inteligentes y ambiciosos, valiosos en algunos términos, pero de esa clase de personas que nadie querría tener por amigos.
El índice final de personajes y las constantes acotaciones de lugares y fechas no logran mitigar la sensación de avalancha que produce toda la lectura. Volpi quiere hablar de todo: Yeltsin, el Fondo Monetario Internacional, la guerra de Afganistán, Breton Woods, Keynes, el despegue del Challenger, la caída del muro de Berlín, etc.
«No será la tierra» es una abrumadora construcción de hemeroteca que mezcla personajes reales y de ficción, la muestra de un talento que podría ser mejor aprovechado.
Javier Cercas Rueda