Nosotros es el título más celebrado de Evgueni Zamiatin (1884-1937), un escritor que acabó sus días en París tras haber cuestionado los métodos y las intenciones del totalitarismo soviético. Escrita en 1920, la novela se publicó por primera vez en Inglaterra en 1923 y los lectores rusos no pudieron acceder a ella hasta 1988.
¿Qué contiene esta obra incendiaria, que valió a su creador el calificativo de “traidor” y prefiguró la distopía orwelliana de 1984? La historia de un ingeniero, D-503, que trabaja en la construcción de una nave espacial y entretiene sus jornadas con la escritura de un diario sirve a Zamiatin para caracterizar a la “perfecta” sociedad del Estado Único, gobernada con mano de hierro y lógica matemática por un siniestro Benefactor, a quien no sería difícil poner el rostro de Stalin.
El título de la obra, Nosotros, alude a la individualidad abolida en aras del bien común (“’todos’ y ‘yo’ somos un único ‘Nosotros’”). El Estado Único, aislado tras un Muro Verde, es como una inmensa maquinaria que regula la vida de sus súbditos; y, en ese contexto, el amor no es sino la expresión de un deber patriótico, y la moral un factor más en una operación aritmética.
La novela se construye mediante una serie de anotaciones, hasta cuarenta, que, con un tono marcadamente lírico, evocador y sincopado, no dejan títere con cabeza: la sátira del trabajo, la crítica al nihilismo que agarrota a unos hombres convertidos en números, la censura de una prensa cautiva y un arte prostituido… todo tiene cabida en las reflexiones de D-503, acérrimo partidario del mismo sistema que, a la postre, lo someterá a la “Gran Operación”.
Y es que, en efecto, el protagonista, disociado entre la realidad y el deseo, hace suya la propaganda del régimen y, hasta que empieza a discernir sus fallos gracias a la insumisa I-330 (¡que fuma y bebe esporádicamente!), sostiene sin embozo perlas como que “el único medio de preservar al hombre del crimen es eximirle de la libertad” o que el Dios de los antiguos “no les dio nada, a excepción de una búsqueda eterna y tortuosa”.
En una fecha tan temprana como 1920, Zamiatin supo vislumbrar, y se atrevió a denunciar, el corolario de cualquier totalitarismo. Su influencia, en ocasiones a través de epígonos tan brillantes como Aldous Huxley o el citado Orwell, se deja sentir en nuestros días, gracias a las novelas y películas de ciencia ficción que están revitalizando el género de la distopía.
Esta reseña es una versión actualizada de la publicada en Aceprensa, 11-07-2012, sobre una edición anterior de la misma obra en Cátedra, Madrid (2011), traducción de Alfredo Hermosillo y Valeria Artemyeva.