Pre-Textos. Valencia (1995). 237 págs. 2.400 ptas.
Fernando Pessoa (1888-1935) es sin duda el nombre más prestigioso de la literatura portuguesa contemporánea. Y sin embargo cabe preguntarse si su nombre vale por sí solo, ya que en realidad su gran hazaña fue crear otros poetas dentro de él, con biografías, estilos y modos de pensar distintos: los heterónimos. Entiéndase bien, no se trata de pseudónimos. La obra de Pessoa se reparte entre la que firmó con su nombre y la que escribió bajo la supuesta autoría de otras personas, máscaras distintas de su propio yo. A cada uno de esos disfraces llegó a construirles una red de influencias inventadas, de forma que alguno de ellos llegó a influir en el propio Pessoa, según él mismo dice.
Tres fueron los grandes heterónimos que imaginó Fernando Pessoa: Alberto Caeiro, Álvaro de Campos y Ricardo Reis. La figura de este último es la menos conocida y, paradójicamente, la más actual. Cuando escribe con el nombre de Reis, Pessoa se viste de poeta latinista y monárquico, nostálgico del pasado y epicúreo gozador del presente. A diferencia de los poemas tranquilos y coloquiales de Caeiro o de los arrebatados y vanguardistas de Campos, aquí se advierte un tono neoclásico que tal vez concuerde bastante con algunas de las formas más en boga de hacer poesía.
Además, el escepticismo sin tragedia de sus versos puede hacer pensar a más de uno si no es esta la actitud de tantos y tantas frente al discurrir de la vida. La falta de ideales más allá de la mera estética es uno de los lastres retóricos de ese gran poeta retórico que es Reis, a quien no se debe confundir con Fernando Pessoa, ya que éste sólo mostró en este heterónimo una cara de su poliédrica personalidad. Ahora aparece Ricardo Reis por primera vez en castellano, con sus odas completas y envuelto en una espléndida edición.
Javier de Navascués