“Offshore u offshoring es un término del idioma inglés que literalmente significa ‘en el mar, alejado de la costa’, pero es comúnmente utilizado en diversos ámbitos para indicar la deslocalización de un recurso o proceso productivo”. Con esta definición es como sin duda hubiera comenzado el comisario Kostas Jaritos el informe del caso al que se enfrenta en esta novela si hubiera tenido que escribirlo. Y es que, como bien saben los seguidores del detective griego, una de sus mayores aficiones es la lectura del diccionario griego Dimitrakos.
Jaritos regresa al trabajo tras la Semana Santa, en la que constata la sorprendente recuperación de la economía griega. Sobre su mesa encontrará dos problemas: un cambio del subdirector general de Policía, cuyo perfil burócrata pondrá a prueba toda la habilidad investigadora de Jaritos; y un asesinato, el de un alto funcionario, Kostas Lalópulos, encargado del Departamento de Puertos Deportivos del Ministerio de Turismo.
Las primeras investigaciones le hacen concluir que el asesinato ha sido un ajuste de cuentas dentro de una red de corrupción a la que pertenecía la víctima. Sin embargo, el nuevo subdirector obliga a Jaritos a dar por cerrado el caso tras la detención de dos inmigrantes que confiesan haber cometido el asesinato.
Aconsejado por el director Guikas, el comisario decide olvidarse, de momento, para centrarse en un nuevo asesinato. Pero este crimen le hará enrocarse en su postura inicial sobre la existencia de una trama de corrupción: como en el caso anterior, la víctima está relacionada con el ámbito marino y dos inmigrantes confiesan ser los asesinos. Ante la coincidencia de los crímenes, Jaritos desoye los consejos de Guikas e investiga por su cuenta.
Después de la tetralogía centrada en la crisis económica –Con el agua al cuello; Liquidación final; Pan, educación, libertad y Hasta aquí hemos llegado–, Márkaris vuelve con una novela policíaca muy actual y realista. Asombra su capacidad para retratar distintos aspectos de la sociedad griega, desde sus entresijos más oscuros hasta los más positivos: sus costumbres, su gastronomía, sus populosas calles, así como la importancia de la familia. Destaca también el sentido del humor con que los personajes principales hacen frente a las adversidades cotidianas. Con ello, Márkaris les dota de una gran humanidad e introduce un rayo de esperanza en las peores situaciones.