Tendemos a pensar que las madres son las principales educadoras de sus hijas, mientras que a los padres les corresponde un papel secundario. Esta distribución de roles olvida que, además de los cuidados y la relación materna, ellas necesitan un padre que les dedique tiempo y atención. Así lo defiende Meg Meeker, pediatra y consejera familiar, en su libro Padres fuertes, hijas felices
Ver artículo: Paternidad: un seguro de vida para las hijas.