José Luis Comellas es Catedrático emérito de la Universidad de Sevilla y autor de una cuarentena de libros. El que ahora reseñamos no es una monografía ni una investigación, sino más bien una reflexión que ha realizado el autor a lo largo de su vida sobre la historia de Europa entre el siglo XV y finales del XIX. El profesional de la Historia, indica Comellas, tiene como misión inquirir, hacerse preguntas y después comprender las constantes de lo acaecido en el pasado: una de ellas es que en cada siglo suele haber una etapa de crisis de diverso tipo.
En el primer capítulo se trata una de las crisis demográficas más generales que afectó Europa: la peste negra de mediados del siglo XV, que eliminó a 25 millones de habitantes, el 35% de la población del continente europeo, aunque algunos autores consideran excesivos estos datos; las ciudades sufrieron más intensamente la plaga que los campesinos, que a su vez habían empezado a trasladarse a las ciudades en busca de mejores condiciones de vida.
La primera globalización es el título del segundo capítulo en el que se exponen los grandes descubrimientos en América, África, Asia y Australia. Comellas subraya la importancia en las mejoras de las embarcaciones y de los instrumentos de navegación, sin menoscabo de la heroicidad de los que abrieron aquellos caminos oceánicos.
Los rasgos comunes de las monarquías de la Edad Moderna se tratan en el siguiente apartado: dominio de una corona hereditaria, importancia de la alta nobleza y del patriciado urbano; todo ello unido a una gran novedad en el arte de hacer la guerra: la presencia de soldados profesionales que cobraban sus servicios a las distintas potencias europeas. También resulta muy interesante en este capítulo la comparación entre Carlos V y su hijo Felipe II.
Tras abordar la Revolución Francesa desde el punto de vista sociológico, el autor se centra en el nacionalismo romántico y la etapa napoleónica, en la que se planteó una unión europea de carácter mercantil, que no llegó a cuajar. Por lo que se refiere a España, el enfrentamiento del pueblo con las tropas napoleónicas convenció a otros europeos que no era imposible pararles los pies.
En el siguiente capítulo, Comellas se detiene a sintetizar las consecuencias de la Revolución de 1848 en Europa. Después mueren los ideales románticos para dar paso a una dura etapa realista denominada por la realpolitik de Bismark, que se puede resumir en una frase: mide, pesa y calcula, decide finalmente de acuerdo con las circunstancias. En España siguieron estos postulados Cánovas del Castillo y Sagasta.
El final del siglo XIX corresponde a una etapa de auge colonialista en el que las posesiones de ultramar eran motivo de orgullo nacional más que inversión mercantil rentable.
El autor trata al final el inicio del siglo XX, una etapa de pesimismo y decadencia, palpable también en la filosofía (desde Kierkegärd a Sartre) y en las bellas artes: se plasma lo irracional, angustioso y complejo. Sin embargo, indica Comellas, no sabemos cómo, pero la Humanidad cruza negros túneles y sigue adelante.
El autor ofrece interesantes aportaciones más allá de la historia política e introduce datos sobre la historia de la economía y de las ciencias experimentales o de la historia de la filosofía, música, artes plásticas; también resume las aportaciones historiográficas sobre algunos temas, de modo que el lector pueda asumir el status quaestionis sobre dicha materia en líneas generales. Hay, sin embargo, un aspecto que se echa de menos en este volumen y es la actuación de los Papas y la Santa Sede a lo largo del extenso panorama que ofrece el libro.