Antoine Compagnon (1950) es catedrático de Literatura Francesa en la Sorbona de París y en la Columbia University de Nueva York. Acantilado publicó no hace mucho su interesante ensayo Los antimodernos (ver Aceprensa 28-03-07) donde demostraba su profundo conocimiento de la literatura francesa para abordar las relaciones, siempre tensas (aunque parezca lo contrario), entre la literatura y la modernidad. Desde 2006 es titular también de la Cátedra de Literatura Francesa Moderna y Contemporánea en el Collège de France. ¿Para qué sirve la literatura?, publicado en la colección Cuadernos del Acantilado, es la lección inaugural que impartió cuando ocupó esta cátedra.
Uno de sus objetivos preferidos, y a los que más atención ha dedicado, es “anular la contradicción que conecta y desconecta continuamente la literatura y la modernidad”. Las señales que manda la modernidad en relación con la literatura son más bien pesimistas. La literatura ha perdido peso y espacio en la escuela, en la prensa y en el ocio. Como escribe en este discurso, “a partir de la modernidad, la literatura ha entrado en la era de la sospecha”. Más aún, ha perdido sus prerrogativas seculares frente al tirón de “las ciencias de la naturaleza y de la vida, y a continuación frente a las ciencias del hombre y de la sociedad”. Además, las teorías literarias más en boga han limitado el papel de la literatura a la mera recreación, lo que “ha podido motivar la degradada moción de la lectura como simple placer lúdico”. La literatura es considerada como una parte de la industria del ocio: mero entretenimiento al por mayor.
Compagnon acierta en el análisis de la realidad actual, donde la literatura ha perdido su lugar privilegiado, su mítico prestigio: “pensar el mundo y el hombre a través de la literatura ya no es lo más frecuente”. Pero eso no significa que la literatura no pueda recuperar ese espacio. Compagnon reproduce algunas significativas citas de Proust, Italo Calvino y Zola que hablan de la fuerza de la literatura, también hoy. Como escribió Zola, “la verdad es que las obras maestras de la novela contemporánea dicen mucho más sobre el hombre y la naturaleza que algunas grandes obras de filosofía, historia y crítica”. O, con palabras de Proust, “la única vida, por lo tanto, realmente vivida es la literatura”.
Con Calvino, “hay cosas que sólo la literatura puede ofrecernos”. Pero, para ello, la literatura debe replantearse su función. ¿Para qué sirve la literatura? Para nada y para todo. Samuel Johnson lo explicó con rotundidad: “La única finalidad de la literatura es hacer a los lectores capaces de gozar mejor de su vida, o de soportarla mejor”. ¿Cumple la literatura actual estos cometidos? Sí y no. Hay muchas editoriales y autores que han convertido la literatura en un mero producto comercial, sometido a los vaivenes de la oferta y la demanda. Pero también sigue habiendo editoriales y autores que continúan apostando por una literatura que “desconcierta, molesta, despista, desorienta más que los discursos filosóficos, sociológicos o psicológicos”. A pesar de la crisis que padece la literatura actual, “el ejercicio nunca cerrado de la lectura sigue siendo el lugar por antonomasia del conocimiento de uno mismo y del otro”.